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A cintarazos

Por: Marilut Lluis O’Hara
Por: Marilut Lluis O’Hara

Primero aplaudí el cintarazo que Payo Cubas le dio a un juez y luego sentí vergüenza ajena cuando hizo sus necesidades en el despacho del mismo. Y no por no pensar que no se lo merecía el magistrado y miles de magistrados de todo el país, sino por él, por Payo, por haberse expuesto tanto ante tantos.

Debe ser por eso que dejé pasar tanto tiempo para hablar del tema aunque se volvió viral en las redes sociales y los medios escritos. No hubo gente que no haya dado su opinión sobre la cagada de Payo, muchos con una condena inapelable, basada más que nada en el buen gusto y las buenas costumbres, y otros, pocos, aplaudiendo un gesto que, más allá de lo obvio, dejaba una lección contundente sobre lo que casi todos pensamos de la justicia paraguaya.

Aunque en secreto me permitía aplaudir su desenfado, me daba algo de vergüenza reconocerlo ante tanta amistad delicada, así que me callé y asumí una postura absolutamente cobarde.

Pero un amigo me hizo ver mi error cuando escribió que solo una persona absolutamente libre de cualquier atadura mundana puede atreverse a dejar un mensaje tan contundente y desvergonzado. Y allí entendí claramente el mensaje de Payo y me di cuenta de que mi vergüenza era solo mía, porque él había superado esos disparates que se transforman en barreras porque se lo permitimos.

Es increíble que en un país como el nuestro, en el que diariamente vemos como se trafican sentencias y como la mayoría de los jueces y fiscales tienen un precio, estemos tan adormecidos, tan anestesiados, que no podamos captar con contundencia el mensaje de Cubas –que hace unos días volvió a pegar con su cinto a otro juez-, que es tan claro y directo que no admite interpretaciones, salvo para quienes prefieran quedarse en la anécdota porque les resulta más conveniente a sus intereses.

Porque para qué vamos a jodernos. No somos todos los que nos sentimos manoseados y utilizados por esta justicia sinvergüenza, vendida y corrupta. Hay una gran parte de paraguayos que se sienten muy satisfechos con el statu quo así  como está y no tiene la menor intención de permitir que cambie. Allí tenemos a los senadores, y no los badulaques colorados de siempre, sino los otros, los opositores, los comprometidos con el pueblo y sus necesidades, que se han jugado el todo por el todo para que los ministros de la Corte salgan impunes del juicio político. Estoy segura de que estos personajes se mostraron escandalizados con Payo y su forma tan peculiar de rebelarse contra las cagadas judiciales.

No sé cuál será su futuro, ni si tiene aspiraciones políticas o lo suyo no pasa de una coyuntura en la que no le quedó otra forma de hacer entender lo que pensaba. De todos modos, como bien dijo el amigo que me hizo tener otra visión de esta historia, su mensaje me ha llegado fuerte y claro. Posiblemente si hubiera 10 o 20 Payos en este Paraguay tan sufrido, tan entregado y tan sin esperanzas, podría volverse más solidario y amigable con sus ciudadanos más desprotegidos, vulnerables e indefensos.

Soy cobarde para actuar de manera tan libre como él, pero estoy dispuesta a apoyarle y a no esconder mi aplauso cuando las buenas costumbres pretendan apabullarme. Bien por Payo! Vamos por más!

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