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A otro perro

Después de un inusual silencio desde que se inició el conflicto con la intendencia de Ciudad del Este, la destitución de la intendenta que ya no era intendenta y la convocatoria a elecciones, y, sobre todo, la feroz metida de pata de Enrique Bacchetta al amenazar nada sutilmente a fiscales y jueces del caso Ulises Quintana, reapareció Desirée Masi con un disparate tal que mucha gente piensa que debió seguir callada.

La senadora por el PDP, quien fue la que exigió en el 2017 que se eche a Óscar González Daher del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados y de la cámara, ahora dice que no apoyará que ocurra lo mismo con Bacchetta porque si eso pasa, asumiría en su lugar Javier Zacarías Irún, ambos colorados, uno abdista y el otro cartista.

Su argumento es que hay un pacto por el cual en cada período se cambiará el signo político del representante del Senado en el JEM, y que, si sale Bacchetta, entra ZI, de lo contrario se rompería dicho pacto. Esto es mentira desde todo punto de vista. Así como pueden sacar a un representante del jurado, pueden poner a otro y eso lo hicieron varias veces en estos años.

Así que lo que ocurre, sencillamente, es que Desirée actúa de acuerdo a quién es el protagonista de la historia; si es amigo, lo protege; si no lo es, le da con un caño. Y en el supuesto de que se les exija cumplir con el tal pacto, la cuestión sigue siendo absurda, por decir lo menos. “No me importa que me escrachen”, dijo mostrando una cara dura a la que no podemos acostumbrarnos a pesar de las reiteradas muestras que nos ha dado a lo largo del tiempo.

Claro que es digna de escrache, y de investigación. Porque si pretende mantener en un cargo a alguien solamente porque éste es su amigo, y su posible sucesor, no, y la ciudadanía lo permite y acepta como tolerable, deberíamos cerrar el boliche y anexarnos a alguno de nuestros vecinos, porque significa un desprecio absoluto hacia los órganos institucionales y republicanos que están vigentes en el país.

El Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados es el que juzga a jueces, fiscales y defensores públicos. Sus miembros no pueden estar salpicados de ninguna sospecha ni duda sobre su absoluta imparcialidad. No somos ingenuos y sabemos muy bien que esto no pasa nunca, ya que, en realidad, los integrantes son designados por las cámaras del Congreso, el Ejecutivo y el gremio de abogados, y para todos ellos no priman ni la idoneidad ni la trayectoria, sino que tengan la capacidad de doblar las rodillas y agachar la cabeza para someterse al poder político.

Pero de ahí a tener que soportar con naturalidad que una senadora de la nación, bocona, buscapleitos y que se las da de sabionda y honesta, diga a boca llena que no piensa apoyar una destitución de su amigo porque le tendría que suceder otro tipo que no es su amigo y que, encima, tiene el pecado de ser cartista, es ya demasiado y no resiste ningún análisis serio ni un intento por conservar la calma y buscar una solución pacífica.

Lo dicho por Desirée Masi lo que hace es confirmar lo que ya sabíamos desde hace tiempo, que el Senado se convirtió en un mercado en el que todo está a la venta, y en donde se perdió el mínimo respeto por el decoro o, por lo menos, el disimulo.

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