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A poner paños fríos

El proceso democrático no está en riesgo; nadie pretende quebrar la institucionalidad de la República; si durante 28 años y en situaciones mucho más críticas las Fuerzas Armadas respetaron a las instituciones y permanecieron en sus cuarteles, no será ahora cuando pisoteen su trayectoria.

Lo único que hay es una crispación política casi natural cuando se acerca una contienda electoral en la que el verdadero poder de la República está en juego. Y, claro, como suele ocurrir, hay sectores que aprovechan la situación para sacar un rédito y adquirir un protagonismo que de lo contrario no tendrían.

Hay una ciudadanía a favor de la reelección presidencial y hay otra que no. Ambas podrán decidir claramente, vía referéndum, si aceptan o no que se incluya la figura en la Constitución. Así como debe decidirse cualquier cuestión que afecte a la gente en un sistema democrático, a través del voto.

El oficialismo colorado y sus aliados del Frente Guasu y el llanismo liberal plantean aprobar la reelección presidencial vía enmienda. A pesar de la crisis que esto ha generado en disidentes y opositores, y los medios de comunicación “independientes” que se han aliado a ellos, aquí no ocurre nada extraño ni peligroso. Es simplemente un sector de la clase política nacional que quiere modificar el texto constitucional por un mecanismo que la misma Carta Magna prevé, por lo que decir que es inconstitucional constituye una incoherencia difícil de explicar.

Cuando los oficialistas hablan de que planean presentar el proyecto de enmienda, en realidad no hablan más que de hacer lo que se hace siempre a la hora de plantear un proyecto en alguna de las cámaras del Congreso, presentarlo vía Secretaría y pedir su tratamiento. La única diferencia es que si la cuarta parte de la cámara respectiva lo plantea en tiempo de vacaciones, la Comisión Permanente debe apurar el proceso y convocar a la sesión en 2 días.

No van a salir tanques, ni militares armados a matar manifestantes. No hay ninguna posibilidad de que vuelva a ocurrir un Marzo Paraguayo. En realidad, a lo mejor estamos pecando de muy optimistas y conciliadores, porque nunca está eliminado el peligro de que haya violencia, pero esta será impulsada, orquestada y concretada por quienes están llamando a la ciudadanía como si fueran huestes enardecidas, dispuestas a matar y a dar la vida, sin siquiera saber muy bien por qué.

Afortunadamente, este llamado a la rebelión que parece sacado de algún libro de historia, no ha tenido mayor repercusión hasta ahora. La gente ya no parece dispuesta a comer vidrio ni aceptar que le sigan vendiendo espejitos a cambio de su voto, sus bienes y hasta su vida a veces.

Los únicos que están poniendo en riesgo todo lo adquirido durante estas casi 3 décadas son los antienmiendas y la prensa vendida y complaciente a sus intereses. Y si la situación no es realmente grave es por la poca convocatoria que hasta ahora han tenido. Pero es tiempo de parar la pelota y analizar el partido. Quienes apostamos al país somos mucho más que los que pretenden seguir enriqueciéndose a costa de él, así que no hay nada que puedan hacer los desalmados de siempre en contra de la racionalidad y el amor a la patria del resto.

Nadie va a morir en este proceso de cambio profundo que vive el Paraguay, salvo que alguno de ellos decida suicidarse.

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