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Absurda pretensión

Uno de los peores castigos que puede recibir el ser humano (y ser viviente, en general) debe ser la privación de su libertad. Vivir tras las rejas debe ser terrible y traumático para cualquiera. De hecho, los delitos y crímenes tienen como castigo la cárcel, de acuerdo a la magnitud del ilícito cometido. Ni las multas ni la prohibición de ejercer funciones públicas, ni la mar en coche. Nada duele más que estar preso.

Así que entendemos que tanto Ulises Quintana como Óscar González Daher estén desesperados intentando salir de la cárcel y obtener medidas sustitutivas mientras se realice el juicio en contra suya. Ellos deben estar más desesperados que los miles de ciudadanos “comunes” que pueblan las penitenciarías, porque hasta hace poco, ser políticos y, mucho más, si se lograba entrar a alguna de las cámaras del Congreso, era una garantía absoluta de impunidad.

En este país, la autoridad nunca iba preso. Y ellos lo sabían muy bien, por lo que les debe resultar dificilísimo aceptar que las cosas hayan empezado a cambiar justo cuando les tocaba a ellos estar en la picota.

Pero les tocó, y ahora no queda otra que aceptar lo que se viene. Si un presunto ladrón de gallina guarda prisión preventiva, por qué no lo deben hacer quienes tienen sospechas de hechos punibles mucho más graves. Y si con el ladrón de gallina nadie protesta porque no se cumple la presunción de inocencia, tampoco se debería protestar cuando los hechos supuestamente cometidos implican crímenes.

Quintana está imputado por tráfico de drogas (como cómplice), enriquecimiento ilícito, lavado de dinero y tráfico de influencias. OGD, por su parte, por enriquecimiento ilícito, lavado de dinero y declaración falsa. Estamos convencidos de que si los fiscales intervinientes en ambas causas han decidido imputarlos por estos hechos fue porque encontraron suficientes indicios para hacerlo.

Así que la pretensión actual de las defensas de ambos, de cambiar la carátula de la carpeta fiscal para que los crímenes se conviertan en delitos, al solo efecto de obtener medidas sustitutivas a la prisión, es absurda y totalmente injusta, puesto que, de salirse con la suya, estarían, otra vez, marcando una discriminación grosera entre Juan Pueblo, que robó una gallina, y ellos, dos políticos muy cercanos a las esferas de poder.

La cárcel está hecha no solo para los delincuentes, sino también para esos que, se presume, lo son, siempre y cuando los actos por los que se sospecha de ellos son lo suficientemente graves para merecer pena privativa de libertad.

Así nomás es la historia. Si uno no quiere ir a la cárcel, pues no comete delitos ni crímenes. No hay ningún secreto en esta cuestión. Y muy bien pueden decir ambos que todo es nada más que una persecución en contra suya, pero cuando hay suficientes elementos que hacen sospechar que alguien cometió esos hechos ilícitos, la Fiscalía lo imputa y sigue el procedimiento establecido en la ley. Nadie inventó nada. Es como la historia de que si camina como pato, habla como pato y parece pato… es pato.

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