La barras bravas de los clubes siguen creando zozobra al fútbol paraguayo.
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Hay que acabar con las pandillas de delincuentes

Los que seguimos el fútbol, desde hace más de 50 años, no podemos resignarnos a ver el creciente aumento de las barras de delincuentes disfrazados de hinchas de fútbol. Le llaman “barras bravas”, bautizadas así por el periodismo argentino por su agresividad y la absoluta impunidad de que gozan. Aparecieron aquí hace poco más de 20 años, nacieron, crecieron se multiplicaron y hoy son el terror de los hinchas de fútbol, apañados por insensatos dirigentes.

ASUNCIÓN.- (José María Troche).  En primer lugar, barra brava era la de Cerro Porteño de los 70 que alentaba sin cesar pero sin ofender ni agredir, sin causar desmanes a propios ni a segundos ni a terceros.

Barra brava ¡y vaya si lo es! es la preferencia de Olimpia, capaz de ensalzar o sepultar a cualquiera que no se entregue a muerte en aras del club. Y capaz de hacer temblar las piernas de un rival desprevenido.

Y muy “brava” era la barra de liberteños apostados detrás de las alambradas en las cercanías del DT para hacerle sentir su pensamiento, aplaudir o criticar (más esto último que lo otro) al entrenador de turno.

También brava era el grupo de hinchas de River Plate que al grito de “Encima fóbales” del perínclito a inolvidable Rojitas, incentivaba a sus jugadores a sacar fuerzas de flaqueza y trocar triunfos por derrotas inminentes.

ESTO ES DELINCUENCIA

Estos de hoy viven a costillas del fútbol. Lo hacen todo “gua’ú” por el club, pero en realidad es para su propio peculio. Se organizan con unos cuantos cabecillas que asaltan, se drogan,  extorsionan, se emborrachan y asolan con su presencia el vecindario de un escenario futbolero.

En Cerro los más conocidos con Comando y La Plaza. Conocidos por los desmanes que arman, dentro y fuera de la cancha, por sus peleas idiotas, por su agresividad y porque son un peligro mortal.

En Olimpia, La Franja y Ultrasur se hicieron tristemente célebres por tantas peleas, destrozos, agresiones armadas (como todas), de contra mano con los más elementales principios deportivos.

Y los Chancholigans de Luqueño cuya última hazaña fue destrozar las instalaciones de General Díaz y hoy, sin estadio propio, no hay quien les presten su cancha para jugar de local…

ACABAR CON ELLOS

Es la hora de poner fin a todo esto. Hay hinchadas suspendidas como las de Cerro Porteño Olimpia y Sportivo Luqueño, pero éstas, ante la pasividad de la Policía y de los controles siguen ingresando campantemente a los estadios.

Muchos dirigentes, sean oficiales u opositores los siguen manteniendo. A lo mejor no por su gusto sino porque los extorsionan o chantajean.

Sea como fuere, llegó la hora de acabar con estos delincuentes que no hacen otra cosa que espantar a la gente de la cancha para desgracia de nuestro fútbol.

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