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Acciones cada vez más frecuentes

Cada vez que asume un nuevo gobierno, escuchamos la vieja cantinela de que el objetivo fundamental es terminar con el EPP y meter a la cárcel a todos sus miembros. Es inolvidable ese “les estamos pisando los talones” que dijo un ministro del interior hace unos años. Pero, la verdad es que ninguno lo consiguió.

Si bien durante el gobierno de Horacio Cartes se asestaron duros golpes a la organización, consiguiendo detener a un número importante de miembros, no se logró eliminarla y, por lo visto, sus miembros se reproducen rápidamente. Pero ni los terroristas del autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo ni los sicarios del crimen organizado fueron antes tan prolíficos como lo están siendo ahora, a tal punto que hasta pareciera que decidieron tomar del pelo al gobierno de Abdo Benítez.

De lo contrario no se explica esta espiral de violencia que parece ya imparable y se resumen a 7 atentados ocurridos desde que asumió el nuevo gobierno, en solo ¡40 días!, cuatro de ellos protagonizados por el EPP y tres por narcotraficantes, como si se hubieran puesto de acuerdo –lo cual tampoco extrañaría a nadie- para dejar en ridículo al entorno gubernamental.

Analistas de diferentes sectores políticos coinciden en que el problema es que no hay un liderazgo claro, que baje línea y establezca los pasos a seguir para combatir al crimen organizado, a pesar del paquete de leyes que el gobierno presentó de manera apurada para cumplir con el mínimo de exigencias internacionales.

Otra cosa que enrarece bastante el ambiente es que nadie paga por lo que ocurre. No ruedan cabezas, por lo menos no las verdaderamente importantes, así que pareciera que los responsables de los ataques a la población y a las instituciones son solamente responsabilidad de mandos medios, como si ellos fijaran la línea de combate a la violencia estructural que acosa al país y que lo mantiene al filo de la navaja, a punto de caer inevitablemente y sin salvación posible en las garras de los delincuentes.

Ni siquiera se piensa que haya complicidad con los delincuentes en las altas esferas del poder. Lo que se ve es una apatía e incapacidad absoluta de plantear soluciones efectivas que, aunque no elimine de raíz al grupo terrorista, por lo menos lo golpee de tal manera que sus integrantes deban pensarlo mejor antes de aventurarse a otro ataque.

Pero es tanta la inoperancia, que los delincuentes se sienten como en el recreo, sin control, sin temor y sin ninguna traba para sus apetencias y objetivos. Y esto tiene mucho sentido luego de que el gobierno demostrara su absoluta incapacidad al pedir una suerte de socorro a la ciudadanía para que lo ayude a atrapar a los miembros del EPP.

Y conste que aquí solamente hablamos de la “macro inseguridad”, como la nombra el doctor Horacio Galeano Perrone. No tocamos el tema de la “micro”, esa que vivimos los ciudadanos diariamente y que nos hace temer que no podamos volver a nuestras casas al final del día. ´

Impotente e incapaz, así es como se ve al gobierno ante el acoso de los delincuentes que parecen haberse apoderado del país, algo que durante muchos años se evitó con acciones, si no definitivas, por lo menos mucho más efectivas que las de ahora, que ni siquiera existen. Vivimos un grave retroceso.

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