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Que Acero se haga cargo

La línea editorial de un diario es la que define el pensamiento del medio, que debiera estar inspirado en objetivos que persigan el bien común y el bienestar ciudadano. Pero esto casi nunca ocurre, por lo menos no en nuestro país, en donde los periódicos con mayor tiraje son simples órganos de poder político de sus dueños, quienes los utilizan para presionar al gobierno y conseguir chanchullos que acrecienten su fortuna personal.

Pero por más retorcida que sea la línea editorial de un diario, debiera tener un mínimo de respeto hacia sus empleados y no obligarlos a convertirse en escuderos que protegen los intereses del patrón a riesgo de su propia seguridad muchas veces. Es decir que más allá de lo que cree el medio, los periodistas tendrían que tener aunque sea un mínimo de independencia y respeto para no convertirse en operadores políticos de los intereses patronales.

Esto no ocurre en ABC Color, en donde los periodistas, profesionales que han hecho del ejercicio de esta labor su forma de vida, deben transigir y agachar la cabeza ante el todopoderoso patrón, si pretenden conservar el trabajo. Zuccolillo ordena la guerra sin cuartel a funcionarios del Estado, ya sea porque evitaron que lograra algún negocio para una de sus varias empresas, o porque no le caen bien, sin mayores argumentos.

Y allí queda él, Acero, en su lujoso despacho, protegido por guardias personales, mientras desde intramuros ordena campañas de difamación y calumnia en contra de funcionarios a los que ha declarado la guerra, una guerra que no librará él sino sus empleados. Y allá van ellos, los periodistas convertidos en esclavos, a enfrentar la indignación de ese funcionario que fue ensuciado por publicaciones –casi siempre- sin sustento ni pruebas, expuestos a la indignación de quien se considera víctima de una persecución salvaje y desproporcionada, porque jamás ningún funcionario público podrá enfrentar en igualdad de condiciones al monstruo de la prensa.

Eso es lo más repudiable de quien presume ser el paladín de la democracia y la libertad de expresión pero que a lo largo de estos años ha demostrado no ser más que un pirata despiadado e inescrupuloso, dispuesto a pisar la cabeza de quien fuere, hasta de sus empleados, con tal de salirse con la suya. A su espíritu soez se suma su alevosa cobardía, porque agrede y se esconde, obligando a sus asalariados a asumir las consecuencias de los actos que él mismo orquesta y protagoniza.

Tan en contra que se ha mostrado siempre ante las jerarquías que evitan el diálogo y exigen obediencia, él es la mejor prueba de que el sector privado también puede imponer la cuestionable obediencia debida, porque es eso lo que Zuccolillo exige a sus empleados si quieren subsistir y tener alguna posibilidad de crecer en su diario.

Ahora que ya no existe la censura por parte del gobierno da mucha pena que sean los mismos medios de comunicación los que impongan reglas duras y excluyentes para los profesionales de la prensa que pretenden convertirse en formadores de opinión, pero acaban siendo carne de cañón de gente tan inescrupulosa como el dueño de ABC Color.

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