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Así no funciona

Entre las varias lecciones que dejó la crisis política de las últimas semanas, una fundamental es que la única vía de vivir dentro de una democracia representativa, con las reglas claras y la institucionalidad vigente, es respetando la decisión de las mayorías.

Si en toda esta innecesaria crispación generada por quienes no tenían ni la fuerza ni el caudal electoral para oponerse con razón a una situación política determinada, hubiera primado el sentido común, nada de lo ocurrido hubiera tenido razón de ser. Lamentablemente, esto no ocurrió y se dio la absurda situación de que un sector claramente minoritario utilizó la fuerza y la violencia para imponerse sobre la decisión de la mayoría. Y así, no funciona el sistema republicano.

Lo que profundizó la crisis no fueron los pataleos de esta minoría, que no hubieran pasado a mayores si no hubieran tenido el apoyo de medios de comunicación hegemónicos, los llamados “independientes”, que se embanderaron con las pretensiones de un sector absolutamente fuera de control, profundizando los enfrentamientos, la violencia y precipitando incluso la muerte del joven liberal.

En la última sesión del Senado, representantes de la mayoría de la cámara se plantaron ante el liberal Robert Acevedo, a quien cuestionaron su decisión de apoyar abiertamente a su sector, minoritario por cierto, en desmedro de lo que había decidido esa mayoría, lo cual carece de todo sentido y no resiste el menor análisis serio.

Hubiera sido tan fácil evitar la tensión de las últimas semanas si es que el presidente del Senado cumplía con su responsabilidad y tomaba la decisión correcta, representar a todo el pleno y respetar la decisión de la mayoría. Pero su incompetencia, arrogancia y sectarismo le hicieron tomar el camino equivocado, perdiendo el respeto a su investidura y constituyéndose en la mecha que hizo explotar la bomba del descontrol.

Ante el aluvión de críticas, tanto Acevedo como sus compinches del “grupete” se mantuvieron callados, actuando con displicencia ante el enojo del sector de oficialistas colorados, luguistas y llanistas, como si les hicieran un favor al dejarles desahogarse. Ni el presidente del Senado ni los demás pidieron siquiera disculpas por su grave error. Desviaron la vista y pasaron a otra cosa.

Menos mal que, aunque no lo reconozca, pareciera que el legislador liberal ya no parece dispuesto a cometer el ridículo de apoyar a la minoría, en detrimento de la mayoría. Por lo menos no le quedó más remedio que aceptar la resolución aprobada que le da instrucciones de que la cámara presente una querella adhesiva en el caso que investiga el ataque al edificio del Congreso.

Ahora habrá que ver si, en el momento de presentarla, Acevedo encabeza la delegación de la cámara ante la Fiscalía y la Corte, tal como lo hiciera cuando el “grupete” denunció a quienes apoyaban el proyecto de enmienda.

Acevedo resultó un títere de mala muerte. Siguió al pie de la letra el libreto que le escribieron Desirée y sus “amigos”. Por supuesto ahora que lo utilizaron, lo echarán a la basura. Y habrá protagonizado una página negra más, en la ajetreada historia política del país.

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