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ASUNCIÓN.- Las protestas registradas el miércoles en Ciudad del Este y Concepción, en reclamo de la intervención de dichos municipios, son apenas la punta del “iceberg”. A casos como éstos se suman los de legisladores que están procesados, investigados o que deberían haber perdido sus investiduras. Sin embargo, la dirigencia política cierra filas en torno a ellos y cree, en un acto de soberana torpeza, que sorteará la crisis con maniobras dilatorias para no tratar dichos temas.
En el ambiente se siente la tensión por el aumento notorio del descontento de la ciudadanía, que lleva demasiados años aguantando una situación en donde las injusticias y abusos de la clase política fueron acrecentándose. Y quizás los paraguayos hubiéramos seguido así, resignados al pobre destino que forjaban para nosotros los que debían pelear por nuestras necesidades, si es que no hubiéramos visto señales positivas de que estaba llegando un nuevo tiempo, en el que los poderosos empezaban a rendir cuentas de sus actos.
Si alguien pensó que por estar 3 peces gordos presos, la tensión iba a aflojar, se equivocó. Fue exactamente lo contrario. De repente la gente empezó a sentir que debía aumentar la presión para que esa primavera que acababa de iniciarse no terminara sin pena ni gloria. Por eso es que se suceden actos en los que ciudadanos reclaman y exigen el castigo de los corruptos, tanto en los municipios de todo el país como en las cámaras del Congreso.
Por eso es increíble que la clase política esté anestesiada, alejada de la realidad, y sin darse cuenta de los profundos cambios que se han dado en este corto tiempo. Siguen pensando que dilatando los problemas, buscando excusas para evitar tratarlos, lograrán que los reclamos se diluyan, escondiendo la basura bajo la alfombra.
Esto es lo que ocurre en este momento. Las intensas manifestaciones en Ciudad del Este y Concepción, exigiendo la intervención de sus respectivos gobiernos municipales llamaron la atención a todo el mundo, menos a los diputados, que volvieron a dilatar el tema, al igual que el proyecto de pérdida de investidura, medida que deberá ser aplicada a varios legisladores. Ciegos, sordos y mudos, así están los legisladores de ambas cámaras, que no se dan cuenta de que están sentados sobre un polvorín que les va a explotar en cualquier momento.
