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Cae el telón, no un bastión

Es notable como los intolerantes, cuando tienen la sartén por el mango, atropellan sin dudar todo lo que encuentran a su paso, pero cuando no, son incapaces de asumir su condición de minoría y pegan el grito al cielo si sus puntos de vista no son tenidos en cuenta. Generalmente adornan sus discursos con frases grandilocuentes sobre las bondades de la pluralidad y la reivindicación del sistema republicano, que los niegan abiertamente con sus prácticas tan alejadas del respeto a la institucionalidad como el Sol de Marte. Fueron “mayoría” por casi un año. Se pasaron obstruyendo todos los proyectos del Ejecutivo que pudieron, incluyendo el inicio de la necesaria reforma del Poder Judicial, impensable sin el juicio y destitución de varios ministros de la Corte, que boicotearon todo el tiempo. Y ahora, que los números le son desfavorables, que de G-15 se redujeron a G…5, que no pudieron impedir la duplicación de las rutas 2 y 7 y que muy probablemente queden fuera de la mesa directiva a partir de julio, proclaman a los cuatro vientos que “está a punto de caer el último bastión de la democracia”, que sería el Senado, cuando en realidad lo que está cayendo, junto con ellos, es el telón de una mala comedia de la que fueron sus principales actores.

El autor de la pomposa frase referida “al último bastión” es Mario Abdo Benítez (h), presidente saliente del Senado y, en consecuencia, del Congreso. En su despedida no hace más que mostrar su desapego a la auténtica democracia, no a la que él profesa, defendiendo las “luces” que supuestamente brillaron en el país durante la tenebrosa dictadura de Stroessner, de la cual nunca tomó distancia.

Ayer concluyó el tercer acto de una parodia que no podía tener otro final más que la sanción de la ley que para la concreción de una obra de gran envergadura, como la duplicación de la ruta internacional más importante del país, que al ejecutarse por medio de una Alianza Público-Privada (APP), no representará costo alguno para el Estado paraguayo.

La Ley ya debió quedar sancionada  en la sesión ordinaria del jueves de la semana anterior. Pero entonces, con la sartén por el mango, los intolerantes decidieron pisotear el reglamento de la Cámara y convocaron a una extraordinaria en la que dejaron sin efecto lo que se había resuelto. Acto seguido, incorporaron nuevamente el estudio del tema en la agenda de la sesión de ayer, pero como no tuvieron el quórum necesario para consumar la maniobra, la normativa recibió sanción “ficta”.

Claro, además de atribuir el hecho a que “todo el mundo se vendió al oro de Cartes”, ahora vienen con el cuento de que eso, así como la próxima asunción de una mesa directiva de otro signo político,  hace parte de la estrategia oficialista para “copar todas las instituciones del Estado”. O sea, cuando la mayoría no le es afín, el resultado es que ésta “copó” el organismo en cuestión; algo que no resiste la menor lógica.

Los demócratas de verdad no se hacen mala sangre cuando están en minoría. Es parte de las reglas del juego, en democracia, que les da la posibilidad de volver a ser mayoría en el futuro, si hicieran bien las cosas, no descalificando y lanzando todo tipo de improperios contra los que tuvieron la capacidad de derrotarlos en los marcos del Estado de Derecho.

Marito debiera comprender que no cae un bastión de la democracia, sino el bastión del otrora G-15. Y debería sacar las conclusiones políticas, no emocionales, ni infantiles, del porqué.

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