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Campaña aburrida

Las elecciones del próximo 22 de abril tal vez sean las menos apasionadas de las realizadas a lo largo de toda la etapa democrática. Es poco o nada lo que se observa en las calles, no hay caravanas, no hay batucadas, no hay grupos repartiendo volante, ni pegando calcomanías. Pero más importante que eso, el tema de los comicios hasta ahora no acaparó la atención de la ciudadanía, no es objeto de discusión en los grupos de amigos, ni de mayores comentarios en las familias. En suma, no se palpita el ambiente electoral como en anteriores ocasiones. ¿Cuáles son las razones? ¿Es verdad que ello obedece al desprestigio de los políticos, como afirman algunos medios de prensa? ¿O más bien es la consecuencia lógica de que los resultados “están cantados”, sumado al hecho de que “los titulares no están en el campo de juego”? Veamos.

El argumento del hartazgo de los electores hacia los políticos es, cuanto menos, insuficiente para explicar su escaso entusiasmo. Desde luego que la gente está cansada de tanto manoseo, del grosero y meteórico enriquecimiento de quienes acceden a espacios de poder y de sus promesas incumplidas. Pero nada de esto puede considerarse como un fenómeno nuevo, sino parte de un proceso que está en curso desde hace ya varios años.

Las causas, pues, hay que buscar en otra parte y una de ellas es la muy amplia ventaja que tiene el candidato de la ANR, Mario Abdo Benítez, sobre el postulante de la oposición, Efraín Alegre. Cuatro de cinco encuestadoras le dan una diferencia de entre 25 y hasta casi 30 puntos, lo cual, de concretarse, sería la mayor que obtenga un postulante a la presidencia, una goleada histórica. Y de esas cuatro se destacan dos, las ordenadas por ABC Color a First Análisis, de Francisco Capli, así como la de Última Hora a Grau y Asociados, considerando que ambos medios se jugaron a favor de la “chapa” de la alianza compuesta por el PLRA, el Frente Guasu y otras nucleaciones menores. Solo la muestra de Ati Snead, contratada por el liberalismo, arroja como resultado un “empate técnico” entre Abdo y Alegre.

Ahora bien, independientemente de los sondeos de opinión, hay un hecho cierto, que no admite discusión y que explica la notoria superioridad del candidato colorado: La alianza nunca llegó a cuajar y tiene a los peores candidatos que pudiera haber escogido de su seno, como lo son Alegre y Leo Rubín. Su falta de cohesión es evidente, salvo por los spot publicitarios no se divisa una campaña en común, los postulantes casi no aparecen juntos y las fuerzas que la integran realizan sus actividades proselitistas cada una por su parte.

Amén de la falta de liderazgos reales y atractivos, la coalición opositora tropezó desde el primer momento con el enorme obstáculo que representa no haber asumido de manera autocrítica la historia de deslealtades, traiciones y grandes diferencias ideológicas entre sus actores, que nunca las debatieron. Hasta hace muy poco se acusaban mutuamente de golpistas y enemigos de la democracia, lo que no se supera con solo dejar en suspenso semejantes calificaciones en el afán de juntarse para tener alguna chance de victoria. No es ocultando la basura debajo de la alfombra como se resuelven los problemas y los resultados están a la vista.

El otro motivo de la apatía reinante es que los principales referentes políticos no están en la cancha, léase Horacio Cartes y Fernando Lugo. No es lo mismo ser invitado a un partido que librarán los suplentes, por más que alguno reúna buenas condiciones, a si estarán sus figuras más destacadas. Es una cuestión de lógica elemental, que, al mismo tiempo, deja al desnudo la actuación antidemocrática  de quienes los inhabilitaron, como ABC Color y los que disputan la presidencia, entre otros, en desmedro de lo que hoy hubiera sido una formidable fiesta cívica. ¿O acaso alguien duda del clima electoral que se hubiera vivido en ese caso a esta altura de la campaña y desde meses previos?

Desde luego que ambos argumentos no serán del agrado de la oposición, como el primero, ni de quienes impidieron una contienda que hubiera involucrado a toda la sociedad, para ratificar o rectificar el rumbo que debe seguir nuestro país, como el segundo. Pero  son realidades difíciles de rebatir, de las que deben aprender unos y otros.

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