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Cartes sí, ¿Peña no?

“No tiene antigüedad”, “nunca pisó las seccionales”, “no es político”, etcétera, etcétera. Estas son las principales críticas de quienes se oponen a que Santiago Peña sea el precandidato a la presidencia de la República por el Movimiento Honor Colorado, bajo la amenaza de que si HC resolviera nominarlo, se encaminarían hacia otras carpas o montarían una propia. Lo llamativo del caso es que quienes formulan estas objeciones, son los mismos que hace cuatro años nos vendieron la idea de que Horacio Cartes era lo mejor que le podía pasar al país en toda su historia y, luego, que su presidencia no tenía punto de comparación con ninguna de las anteriores, dadas sus innumerables cualidades. Y todo esto a pesar de que tampoco tenía antigüedad, que nunca había pisado las seccionales, ni tenía la menor trayectoria política. Curioso, ¿no?

Uno de ellos, el que tuvo mayor difusión por el cargo que ocupa fue el vicepresidente Juan Afara, según el cual “los colorados quieren que (el candidato) sea un dirigente político”. En el mismo sentido se manifestó un grupo de diputados, que simpatizan con la idea de que el número 2 encabece la dupla, y el presidente de la Cámara Baja, Hugo Velázquez, quien reivindicó el trabajo de Peña al frene de Hacienda, aunque seguidamente le restó mayor relevancia al calificar a dicho ministerio como “solo una patita del gobierno”.

Ahora bien, suponiendo que Peña no reuniera los requisitos para ser el sucesor de Cartes, que no fuera el “candidato ideal”, ¿Sería éste un motivo valedero para abandonar el movimiento? ¿En qué quedaron aquellos discursos acerca del “modelo” al cual hay que dar continuidad, “para bien del país y de su pueblo”? ¿Acaso creen que con otros sectores internos del coloradismo, hostiles al oficialismo, podrían defender el mismo proyecto, o que tendrían alguna chance si corrieran solos? ¿O lo único que les importa son sus intereses y aspiraciones particulares,que esperaban canalizar a través de otras nominaciones, como por ejemplo la de Afara?

Tal como lo formulan, el planteamiento carece de seriedad y consistencia, reduciendo a sus sostenedores al papel de los que siempre proceden en función al vulgar “zoquete”. Distinto sería si cuestionas en al virtual precandidato por tratarse de un delincuente o un incapaz, o que no está en condiciones de darle prosecución a los planes que actualmente se hallan en desarrollo. Pero Peña no es objeto de críticas de índole personal y, en cuanto a los proyectos, es uno de los principales responsables de llevarlos a la práctica, desde agosto del 2013.

En el fondo, los hechos que se registran en el oficialismo colorado son los mismos que se producen en todas las corrientes políticas en tiempos de elecciones. Pasa en el PDP, de donde levantó campamento el exfiscal Arnaldo Giuzzio; pasa en el PLRA, pasa en la izquierda y pasará en las filas de “Colorados Añeteté” cuando definan el lugar que cada quien ocupará en las listas. Entonces se producen los “grandes romances” y también salen a relucir los “peores odios”, siempre por los cargos, nunca por los proyectos.

Peña está en carrera y hoy, a menos de una semana de que comenzara a especularse con su postulación, su nombre está en boca de todos, como nunca antes en casi 4 años. Con la misma “antigüedad” y sin ser político, ni haber pisado las seccionales, como HC, pero a diferencia de cuando éste bajó a la arena, cuenta con el pleno respaldo del presidente y ya tiene una rica experiencia nada menos que al frente de la Secretaría de Estado más compleja e importante de la administración pública.

No sabemos si finalmente será o no “el elegido”, pero sería de necios subestimarlo.

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