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El sobreseimiento libre del presidente de Diputados, Miguel Cuevas, puede ser revocado por el Tribunal de Apelación de Paraguarí, pero el tema fue chicaneado por quien había hecho la presentación, que recusó a 2 integrantes del mismo. Mientras la ciudadanía del departamento sigue movilizada, en la cámara se guarda un inexplicable silencio, que parece cómplice.
ASUNCIÓN.- Aunque los diputados parecen vivir en su propia nube, la ciudadanía de Paraguarí no quedó tranquila luego del sobreseimiento que benefició a Cuevas y se logró una apelación ante el Tribunal de la localidad, a fin de que se revoque la medida del juez Blas Cabriza.
Sin embargo, tal como era de esperarse, empezaron las chicanas, aunque, llamativamente, no se produjeron por parte de la defensa del diputado, sino por la misma persona que hizo la apelación, el concejal municipal de Ybycuí Ezequiel Cáceres, quien decidió recusar a los jueces Gustavo Aguadre y Javier Esquivel, supuestamente porque se perdió el criterio de independencia e imparcialidad por parte de ambos. El tercer integrante del tribunal es Antonio Álvarez, quien no fue recusado.
El motivo para recusar a Aguadre es que este habría preopinado en unas declaraciones a la prensa criticando a la fiscala Sonia Pereira, quien primero había recomendado el sobreseimiento y luego pidió la revocatoria del mismo.
Mientras en la Justicia no terminan de ponerse de acuerdo para tomar el toro por las astas y continuar el proceso en contra de Cuevas por varios supuestos delitos cometidos mientras era gobernador del departamento de Paraguarí, los habitantes de la localidad continúan en una manifestación permanente, exigiendo que el ahora presidente de la Cámara Baja no quede impune.
Lo increíble es que los diputados se niegan a darse por enterados de lo que ocurre, y continúan en una actitud complaciente y, casi podríamos decir, cómplices del presidente de la cámara, negándose a tomar una postura sobre el tema y, ni siquiera dar una opinión sobre lo que ocurre.
Cuevas pertenece al movimiento Colorado Añetete, de Mario Abdo Benítez, y pareciera ser otra prueba más de que el presidente de la República no está muy convencido de que la lucha contra la corrupción tiene que alcanzar a todos, hasta a los chanchos de su chiquero.
