En el país hoy pasamos por un avance importante en la construcción de infraestructura, y en este rubro es destacable la construcción de casas, sean éstas motivadas desde una política del Estado o de sectores con capital privado que apuestan a este rubro.
En este ámbito hay una deuda histórica con la población que crece en un ritmo muy superior a las respuestas que como país damos a las personas que requieren y por derecho deben acceder a un pedazo de tierra y una vivienda digna.
Las múltiples promociones que hoy vemos, si bien son aún insuficientes dan un rostro alegre a muchas personas y uniones conyugales. Como ciudadano esto nos alegra, pero paradójicamente surge una gran interrogante a partir de los grandes problemas sociales. A la par de construir viviendas ¿estamos al mismo tiempo construyendo hogares?
Un hogar encierra un sin fin de valores que se aprenden y se practican con intensidad y convicción y que se contagian en la sociedad y por una interacción natural.
Evaluamos nuestra convivencia social y vemos una diversidad de flagelos que nos quitan la felicidad proponiéndonos violencia y sembrando con ello el miedo.
Esto nos delata una realidad, nos estamos olvidando en construir hogares que no sólo brinden una pared, techo y comodidades sino puedan ser un recinto cálido que brinda todo lo esencial para la construcción de una sociedad que vive desde el Amor y pueda este valor permear todo nuestro accionar.
Las instituciones educativas como bien fueron señaladas en el último Congreso de Educadores Católicos en el Alto Paraná deben ser sostén y apoyo de una educación que debe estar cimentada en los hogares .Esto es una responsabilidad que las familias no deberían eludir sino ser celosos y fieles en su cumplimiento.
Ya es hora de empezar a exigir a los hogares y por ende a las familias y en especial a los padres cumplir con aquello que se han comprometido al firmar un contrato de unión conyugal ante el imperativo de la ley civil o motivados por la Fe jurarse amor eterno ante Dios.
La falta de hogares nos está haciendo un daño tremendo como sociedad. Nos desayunamos y nos acostamos con noticias y realidades dolorosas, si bien estos hechos antagónicos son totalmente prevenibles a nosotros nos sigue siendo muy difícil por nuestra pasiva participación social.
Esmerémonos también a construir paredes y techos de valores y virtudes que nos propongan hábitos de vida diferente.