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Falta 1 año para las elecciones generales de donde saldrá el presidente de la República para el período 2018-23. Aunque algunos integrantes del “grupete” tienen ambiciones de llegar al Palacio de López, hasta ahora lo único que han hecho fue crispar el ambiente para pescar en río revuelto. Será interesante ver cómo hacen ahora, superado el conflicto, para convencer a la ciudadanía de que son la mejor opción.
ASUNCIÓN.- Hasta ahora, el disidente Mario Abdo Benítez y el liberal Efraín Alegre -2 de los que sueñan con ser presidente- basaron su campaña política en el “chaque”, en un discurso violento en el que advertían que los peores males sobrevolaban el territorio de la República, a causa de que Horacio Cartes, “el hijo del diablo”, quería volver a postularse para un segundo mandato.
No tenían que mostrar propuestas ni discutir programas de gobierno para insuflar los ánimos de un sector ciudadano que vive en el pasado y todavía ve a ciertos políticos como lo que eran antes, luchadores por la democracia, sin percatarse de que ahora están en una vereda radicalmente opuesta.
El problema que enfrentan ahora Marito y Alegre es grave. Jamás fueron políticos del pueblo. Siempre estuvieron encerrados en su burbuja, el primero en el Senado y el segundo con algunos intentos que no le llevaron a nada, muy alejados de la realidad y de las necesidades de la gente.
Por eso aprovecharon el tema de la enmienda para promocionarse y ganar espacios. Porque solo saben comunicarse a través de la amenaza y la violencia. Pero ahora deben cambiar de estrategia y es lo que les tiene desesperados.
Para colmo, hasta ahora podían culpar a Cartes por sus consecutivas derrotas. Alegre perdió contra el jefe de Estado en el 2013 y Marito en las internas del 2015. Así que ya tenían el discurso que pensaban dar cuando otra vez tuvieran que morder el polvo de la derrota.
Pero Cartes les jodió, porque al renunciar a su candidatura les dejó la cancha libre, y es una cancha que no conocen y no saben qué hacer en ella. Así que ahora tendrán que aprender a escuchar a la gente, enterarse de sus necesidades y plantearles soluciones. Algo que jamás pensaron que debían hacer, porque si pierden en las elecciones, ya no tendrán a nadie más a quien culpar.
