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Cuidar al trabajador

La situación económica del pueblo siempre es precaria. El dinero alcanza apenas, justo hasta fin de mes y la enorme masa de compatriotas que tiene su suerte atada al salario mínimo,  pasa todo tipo de penurias para cumplir con las cuentas que llegan puntualmente.

Es una sobrevivencia de todo el año. Largos meses que van corriendo con los mismos aprietos de siempre, el colegio de los niños, la cuota de algún autito “chileré”, en el mejor de los casos, el terrible “arquiler”, que está por las nubes y que tiene toda la pinta de que ira aún más arriba, conforman un panorama de lucha, desesperanzadora por momentos, por desarrollar una vida digna y sin sobresaltos.

Llega entonces fin de año. Y con  la cercanía de la Navidad y el Año Nuevo, la promesa del aguinaldo. Esperada todo el año, casi como tocar el cielo con las manos, con muchos proyectos en que invertirlo y hacer que valga la pena.

También se presentan al mismo tiempo los gastos extras que se producen en esta época. Hay que comprar los consabidos regalos, aunque sea un pan dulce y un par de sidras, todo tiene su costo y finalmente las farras del 24 a la noche y del 31, para dar una ruidosa bienvenida al año nuevo.

Luego empieza un largo enero, un calvario interminable que no termina de irse nunca y donde todo está parado, las ventas, las compras, la gente con poder adquisitivo se borra, ergo no hay patrones a la vista, etc.

Pero volvamos a detenernos un segundo en el aguinaldo. Muchísimos patrones sigue retaceándolo a sus empleados. Aunque resulten el colmo de Trogloditas, hoy día siguen existiendo múltiples casos de reclamos del décimo tercer salario, como se dice en la jerga oficial.

Encima que pagan un salario de hambre quieren aplicar la “ley del ñembotavy” en este tema que constituye la única esperanza de la clase trabajadora, como quedó dicho.

Es cierto que la protección laboral aumentó por parte del gobierno, pero se deberían aplicar sanciones cada vez más rigurosas para extirpar definitivamente este flagelo de las relaciones entre empleado y empleador en nuestro país.

El pago del aguinaldo debe ser sagrado, sin embargos de ningún tipo como desde luego previene la ley. Y pensar que ese mismo patrón que retaceo este bien ganado beneficio, pasará las fiestas en medio de grandes obsequios y festicholas, en medio de halagos de su familia, sin pensar ni siquiera un minuto en la tristeza y melancolía en la que dejó sumidos a sus empleados por mezquindad y desconsideración.

El beneficio del aguinaldo asimismo debe llegar puntualmente.  De nada vale cobrarlo a principios de año cuando ya transcurrió todo en medio de las carencias de siempre y del “aichinyaranga” de los vecinos.

Proteger al trabajador. Esa es la consigna de la hora. Que perciba los beneficios que le corresponden, que por lo menos en las fiestas de fin de año haya un ambiente de jolgorio y esperanza. El ministerio respectivo tiene la palabra.

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