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Descontrol periodístico y delirio de la izquierda

En medio de un festival de disparates, que tuvo como actores principales a sectores de la prensa y grupos de izquierda, se conoció ayer el fallo condenatorio a los 11 campesinos procesados por el “caso Curuguaty”. Completamente descontrolados, las “estrellas” del espectáculo se rasgaban las vestiduras por “la muerte de la Justicia”, “el fin del Estado de Derecho”, “la vuelta a la indefensión ciudadana” y otras frases grandilocuentes, cada una más apocalíptica que la otra y todas ellas falsas por donde se las mire. La locura se apoderó de un reducido grupo afín a los condenados, que “tomó” la sala en la que se llevó a cabo la audiencia, emulando a los estudiantes del Colegio República Argentina, con la diferencia que éstos no desacataron ninguna resolución judicial y son tres a seis décadas más jóvenes. Las decisiones judiciales se respetan. Punto. Y si se considera que los magistrados se equivocaron o incurrieron en algún acto ilícito, existen los canales institucionales a los cuales apelar. Pero esto fue manipulado políticamente desde un comienzo. O mejor, fue producto de la irresponsabilidad política y criminal del gobierno de Fernando Lugo, que promovía ocupaciones a diestra y siniestra, instando a los labriegos a resistir “hasta las últimas consecuencias”.

Si no fuera porque se trata de un tema extremadamente delicado, escuchar a algunos “periodistas” causaba risa. Un respetable hombre de radio, como Humberto Rubín, habrá sentido vergüenza si oyó a conductores y cronistas de su estación. “Hay que llevarles frazadas y alimentos”, decían en referencia a los ridículos “ocupantes” de una sala de audiencia, o muy “combativos”, ellos, agitaban consignas tipo  “todos al Palacio de Justicia”.

Por supuesto, entre las histeriqueadas que se escuchaban por doquier, no faltaron las que responsabilizaban del fallo a…Horacio Cartes!, presidente de otro poder del Estado y enfrentado a la cúpula del Poder Judicial. La enfermiza interpretación del dictamen de los magistrados se fundamenta, según sus sostenedores, en que con eso se blanquearía el “golpe” contra Fernando Lugo, que no fue tal y que por tanto no hay nada que blanquear, ni en el Paraguay ni en el resto del mundo.

El exobispo, fiel a su inconmensurable cinismo, hasta hoy se pregunta “qué pasó en Curuguaty”. Pero, ¿quién puede saber mejor que él, que era entonces presidente, y su ministro del interior, Carlos Filizzola ? ¿Quién mejor que él, que lideraba el sector que propiciaba todas las ocupaciones de propiedades privadas y públicas que se registraban a lo largo y ancho de todo el territorio?

El “caso Curuguaty” es la consecuencia de la irresponsabilidad política del luguismo, acostumbrado a tirar la piedra y luego esconder la mano, o en este caso, propiciar la ocupación ilegal de una propiedad del Estado y después “solidarizarse” con palmadas en los hombros a los que estarán en la cárcel entre 4 a 35 años.

En síntesis, los graznidos que escuchamos ayer, y que seguramente seguiremos escuchando por algunos días, puso al desnudo los grandes vicios y defectos que padece la prensa paraguaya, así como la decadencia política y moral de una izquierda que nunca se caracterizó por tener muchas luces, ni muchos huevos, ni muchos escrúpulos.

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