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Si de algo puede presumir el proceso democrático paraguayo es de la transparencia de sus elecciones en 25 años, desde que se creó el Tribunal Superior de Justicia Electoral; con una sola mancha, las internas coloradas de 1992, cuando el oficialismo robó las elecciones a Luis María Argaña y le dio la victoria a Juan Carlos Wasmosy. Esto fue reconocido por el disidente Juan Carlos Galaverna, el muerto que ahora quiere asustarse del degollado.
ASUNCIÓN.- Desde hace unos meses, el movimiento Colorado Añetete, que postula a Mario Abdo Benítez para presidente de la República en las internas de la ANR, preanuncia un supuesto esquema de fraude generalizado para que triunfe el oficialista Santiago Peña.
Esto va de contramano y no tiene ningún sentido lógico si miramos el proceso natural que está teniendo la etapa preelectoral y la apertura del Tribunal Electoral Partidario de la ANR, que hasta rechazó todas las impugnaciones, vinieran de donde fuere, a fin de alentar la participación y la transparencia.
Por eso es que viene bien hacer un poco de historia para poner en contexto la realidad. Resulta que si hablamos de fraude, hubo uno solo, escandaloso y público, desde que se creó la Justicia Electoral y empezó a funcionar el TSJE. En las internas coloradas de diciembre de 1992, cuando se eligió al candidato para las elecciones generales del siguiente año, el oficialismo partidario decidió evitar a toda costa que Argaña ganara los comicios y le dio el triunfo a Wasmosy, quien terminó, en el 93, convirtiéndose en presidente de la República.
Esto lo reconoció Galaverna unos años después y, presumido como es, hasta dijo que fue el artífice del fraude y de la violación de la Constitución Nacional. A lo mejor fue solo un pasapelotas, pero vaya uno a saber cuál fue realmente su papel en el escandaloso robo, cuyas consecuencias fueron decisivas para que 6 años después ocurriera el tristemente célebre Marzo Paraguayo.
Si en 25 años, con una sola excepción, nadie hizo fraude, es obvio pensar que los grandes camanduleros de antes desaparecieron del ambiente y quienes manejan los procesos electorales, tanto internos como nacionales, no tienen ningún conocimiento en la materia. Salvo, claro está, quien –según él- orquestó el robo descarado del 93.
Esto significa que cuando la disidencia colorada alerta sobre “el gran fraude” que se está armando en el oficialismo lo que hace es dar una muestra más de la soberana caradurez de sus dirigentes, porque ellos, y solo ellos, tienen en sus filas al experto en trampas y robos electorales. El único que sabe cómo se hacen estos entuertos es Galaverna.
Ante estas evidencias, no nos queda otra cosa que pensar que, en realidad, lo que hace el equipo de Abdo Benítez es pretender embarrar la cancha, convencido de la derrota que le espera el 17 de abril.
