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Donald tiene mucha razón

Lo dijo con toda crudeza el desequilibrado presidente de los Estados Unidos, Donad Trump. “Shit countries” (países de m…). Ese era su particular análisis de la oleada migrante de los países centroamericanos, Honduras especialmente, que a trancas y barrancas se atropellaba intentando alcanzar la tierra del “sueño americano”.

El calificativo del personaje éste duele y lo primero que viene a la mente es una réplica. “Está loco este tipo, para decir semejante cosa”.

Pero aplicando la cabeza fría al problema de lo mal que viven las grandes  mayorías populares en toda la región sur y centroamericana, poco a poco, tenemos que ir dándole la razón.

Quizás no de “m…”, directamente, pero nos revolcamos bastante. Países ricos en naturaleza, con inmensas potencialidades de explotación racional, con  poblaciones jóvenes, sin problemas raciales ni de ningún tipo, que asuelan otras regiones del planeta, seguimos atascados en el barro de la ignorancia y la miseria, como desde la época de nuestros abuelos y probablemente más allá aun.

Sin ser demasiados genios, podemos cerrar el círculo concluyendo en que el déficit educativo en general arroja a las calles a individuos mal preparados, poco  formados, incultos, insensibles, no solidarios y con escrúpulos bastante permeables.

De esa masa de gente, salen los políticos, los líderes que dirigen nuestros países. Autoritarios, intolerantes, cínicos, por poco no se creen enviados de Dios. Pero por sobre todo, llegan para llenarse los bolsillos. Toman al Estado como un feudo personal y cometen todo tipo de tropelías. La corrupción es generalizada. Sufre el presupuesto público, el clientelismo es salvaje, no deja lugar para ninguna inversión, tampoco las recaudaciones ayudan porque la gente no ve obras y así se configura una ensalada maligna que engrosa la pobreza del pueblo a límites ofensivos.

Saltando de rama en rama, de pronto llegamos a los militares. Señorones atildados que parecían incorruptibles, hicieron los gobiernos más perversos criminales y desastrosos de los que se tenga memoria y protagonizaron las llamadas “décadas pérdidas” en la región. Ahora están volviendo, en Brasil de la mano de Bolsonaro, “el Trump latinoamericano”. Otros se preparan, incluso en Paraguay; algunos civiles que brotaron de las clases populares -fracasadas estrepitosamente también- como Evo Morales, quiere eternizarse en el cargo y va por un nuevo mandato. Increíble la fascinación del poder. Aparte de mesiánicos, estos nuevos líderes tienen rasgos de intolerancia extrema y habrá que ver dónde iremos a parar.

Hicimos mal los deberes. Estamos aplazados. Este turbulento “patio trasero” de los EE.UU., deja mucho que desear. Y por lo que se viene, seguiremos de mal en peor. La clase política, los partidos, están deshechos, desprestigiados, sin salida, ¿Qué nos queda? Obviamente no emigrar a los EE.UU. para ser recibidos por las balas del imperio.

Arreglar nuestras casas, apostar todo a la educación popular. No permitir más “escapes” e imponernos como sociedad civil. No hay caminos mágicos.  Tenemos que ser más “buena gente”, en toda la acepción de la afirmación.

Quizás así, poco a poco, vayamos saliendo del fango. Entretanto, Donald tiene…casi toda la razón.

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