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Con dos palmos de narices

Esta fue, sin duda alguna, una dura semana para el diario ABC de Aldo Zuccolillo. Acostumbrado como estuvo siempre a manejar la agenda de los sectores más poderosos del país, de repente tuvo que soportar que las bancadas del Senado, que obedecían a rajatabla sus instrucciones, y la misma Conferencia Episcopal Paraguaya decidieran hacer pito catalán a sus presiones y asumir posturas basadas en la institucionalidad y el convencimiento personal de sus miembros.

El caso de los obispos, que, a pesar del circo montado y las presiones del diario, decidieron tomar una postura institucional y centrar su comunicado a la feligresía en lo que hace a cuestiones del espíritu, dejando las cuestiones constitucionales a los órganos competentes, debería servir de lección para una estirpe de periodistas que durante demasiados años se convencieron de lo que les decía el patrón, que ellos podían torcer a su antojo las decisiones de quienes fueran.

Pero no parecen estar muy dispuestos a aprender nada. La soberbia les impide ver que cuando un órgano de comunicación pierde la credibilidad ciudadana, es tiempo de cambiar de rumbo y adecuar sus acciones al respeto a sus lectores y a la ley. De hecho, lo primero que hizo la jefatura de redacción del diario cuando vio que las cosas no salieron como pensaban y en el comunicado de la CEP no había una condena a la candidatura de Cartes y Duarte Frutos, fue enviar a un esbirro, prepotente e ignorante, sin ningún conocimiento de lo que dispone la Constitución pero con profunda vocación patoteril, para pretender embretar al arzobispo de Asunción, inventando un artículo en la Carta Magna, que, supuestamente, prohíbe que un expresidente sea senador activo.

Pero monseñor Valenzuela no cayó en su juego y repitió lo que acababa de decir, “no somos juristas”, “respetamos a los organismos que deben respetar la Constitución Nacional”, refiriéndose claramente a la Corte Suprema de Justicia, la que, en realidad, tiene la última palabra en esta cuestión.

No hay ningún artículo constitucional que prohíba que un expresidente sea senador activo, ni tampoco que le exija resignarse a ser senador vitalicio. Eso es fruto de la imaginación delirante de Zuccolillo y sus esbirros de la oposición, que pretenden condenar a la muerte política a Cartes, porque saben que su paso por el Senado no será el de visitante y que allí mantendrá todo su poder e influencia. Y eso es algo que no aceptan porque, cuando se apruebe la reelección, el jefe de Estado podrá volver a ganar la Presidencia de la República sin mayores contratiempos.

Será la Corte la que dará la última palabra sobre ambas candidaturas, que ya fueron habilitadas por un tribunal electoral de la capital y el Tribunal Superior de Justicia Electoral. Y si ocurre lo mismo que en el 2008 con Duarte Frutos, es casi un hecho que el máximo tribunal de la República se expedirá en el mismo sentido.

En ese entonces, el expresidente no pudo jurar como senador a pesar de haber ganado las elecciones y de la existencia de sentencias, tanto del TSJE como de la Corte, que lo habilitaban, por un contubernio retorcido y deshonesto. El temor de ABC y sus compinches es que esta vez no ocurra lo mismo y no haya nada que pueda evitar el juramento de Cartes. La decisión de la CEP echa por tierra uno de los últimos cartuchos que tenía Zuccolillo para torcer la voluntad de la Corte. Ahora deberá morder el polvo de la derrota y hacer algo que nunca antes hizo, aceptar la decisión de quienes tienen a su cargo la interpretación de la Constitución.

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