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Efraín tiene que irse

Apenas habían pasado pocas horas luego de que el Sistema de Transmisión de Resultados Preliminares (TREP) mostrara que el ganador de las elecciones era Mario Abdo Benítez, cuando ya surgieron dedos señalando y culpando a Efraín Alegre por la derrota de la oposición.

No es casual que esos dedos sean liberales, porque son sus principales víctimas desde que, en el 2015 y vaya a saber cómo, logró apoderarse de la Presidencia. Alegre demostró ser un pésimo presidente partidario; desde el comienzo impuso un sistema de gobierno discriminativo, eliminando del camino a los grupos minoritarios y apoderándose de los principales tribunales, el electoral y el de conducta.

Soberbio, intolerante y, encima, proclive a manejos administrativos poco claros, Efraín lo peor que le pudo pasar al centenario Partido Liberal en las últimas décadas. Por eso es que resulta inentendible que los demás partidos de la oposición, algunos de historias tan ricas como la del PLRA, hayan caído en su juego de manipulación y permitido que fuera el candidato de la chapa de la alianza.

La crisis del liberalismo no es moco de pavo como pretendieron pintar Efraín y sus esbirros, y marcó toda la campaña de la oposición porque, a diferencia de lo ocurrido con el Partido Colorado, el PLRA nunca curó sus heridas y los movimientos internos llegaron al domingo enfrentados y acusándose mutuamente de una cantidad de cosas.

Agravó las cosas el hecho de que la disidencia liberal acusa a Alegre por haber dilapidado los fondos partidarios en cuestiones personales, por lo que toda la campaña tuvo que enfrentar una crisis económica a la que no suelen estar acostumbrados los liberales. Y eso ocurrió, simple y llanamente, porque el presidente y su equipo comieron la plata, o por lo menos eso es lo que dicen con frecuencia los llanistas.

Claro que es natural que todo el mundo lo responsabilice por la derrota electoral. Y tienen razón. Fue un candidato poco atractivo, incapaz de conseguir más voto que el del sector duro del PLRA, y, sobre todo, no tuvo cintura política para convocar a sus propios correligionarios a que trabajaran por la alianza. Un tipo que es incapaz de solucionar los problemas que tiene en su casa, es casi impensable que pudiera manejar un país con algo de lógica y efectividad.

Los llanistas quieren que Efraín desaparezca del partido, para lo cual dicen que van a exigir su renuncia a la Presidencia. Con el descontento que hay también entre los otros movimientos, más aún por el circo que les obligó a montar con las denuncias de supuesto fraude, lo más probable es que consigan los votos necesarios para sacarlo.

Y él lo sabe. Tiene la más absoluta seguridad de que la derrota del domingo pasado marcó su final político, tanto a nivel partidario como nacional. Por eso sigue pataleando con la idea absurda de que, a lo mejor, se descubre la cantidad de votos fraudulentos necesarios para anular las elecciones. Parece que piensa que, si se repite el acto, él va a ganar.

En fin, lo mejor que puede pasarle al PLRA es liberarse de su presidente y, luego de un profundo análisis interno y un mea culpa, empezar a analizar cómo convertirse en opción seria para la ciudadanía. Pero antes, tienen que deshacerse de la escoria.

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