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El Apocalipsis, según Ferreiro

Hace poco más de dos décadas, el mundo entero estaba perplejo ante la barbarie en la que se hallaba sumido Ruanda, uno de los países más miserables del África. Las luchas tribales entre “Hutus” y “Tutsis” dieron inicio entonces a uno de los episodios más atroces y sanguinarios de la historia reciente. En un lapso de apenas cinco meses, el 85% de la población, compuesta por los primeros, masacró de manera sistemática al 15% restante, integrada por los segundos, con el fin explícito de exterminarlos. Cerca de un millón de “Tutsis” fueron asesinados de la manera más salvaje que pueda imaginarse, a machetazos o quemados vivos, entre ellos niños y bebés, en tanto que millares de mujeres fueron violadas a mansalva y una gran cantidad de hombres obligados a mantener relaciones sexuales con infectadas por el virus del Sida. Un verdadero espanto, la antítesis de la civilización, donde la única ley imperante era la del más fuerte y, por supuesto, con un cero gigantesco en institucionalidad democrática y desarrollo.

Pues bien, cuando escuchamos a algunos políticos paraguayos hablar de nuestro país, pareciera que lo hacen como si estuvieran en la pequeña nación del continente africano. Solo faltaría que la dirigencia nacional comenzara a afilar los machetes, o los “foices”, o las asadas. Así se manifiesta con frecuencia el senador Adolfo Ferreiro, quien ayer nuevamente volvió a la carga con sus ya tradicionales frases hechas, altisonantes, como si se tratara del Einstein de las ciencias sociales, pero cargado de petulancia y una elevada dosis de resentimiento.

Para el legislador, todos somos brutos, ignorantes, que deberíamos dar las gracias si alcanzáramos los niveles del hombre de cromañón, superando así al clásico primate, muy propio en los presumidos que ocultan así sus propias limitaciones. No se salvó absolutamente nadie. Políticos, empresarios, gremialistas, periodistas, curas, militares, católicos, musulmanes, ateos o protestantes. Nadie, salvo él, claro está, único ser pensante de esta zona del planeta, quien se arroga, no “abroga” como dice su colega Desirée, la facultad “divina” de juzgar y condenar a todo el mundo a la hoguera.

El fruto de tanto cretinismo sería que “la democracia está en ruinas”, que “se está acabando con la república” y que “estamos destrozando el acuerdo de pacificación que hicimos en el 89 (¿?) para llegar a la democracia, pero vamos a terminar la transición con la destrucción de todo lo que hemos avanzado”, según dijo el legislador de Avanza País ante cuanto micrófono encontró a su alcance.

Desconocemos a qué se refiere Ferreiro con “el acuerdo que hicimos en el 89”, porque hasta donde sabemos, los únicos protagonistas del derrocamiento del dictador Alfredo Stroessner fueron sectores clave de las Fuerzas Armadas, la corriente tradicionalista de la ANR y la embajada de los Estados Unidos, con el acompañamiento de sus satélites diplomáticos de la región; mientras los que enfrentaban al régimen libraban sus luchas por cuerda separada y otros, como él, se dedicaban a sus negocios.

Al margen de esto, que corresponde aclarar a fin de evitar falsificaciones históricas, así como de la megalomanía que evidentemente padece al pontificar cual semidiós (que no merece respuesta, sino asistencia), lo que Ferreiro sí debería intentar explicar es en qué basa su pronóstico catastrofista sobre el “inminente retroceso” a épocas dictatoriales o, guardando algunas diferencias, a realidades como las que enfrentaron “Hutus” y “Tutsis”, en Ruanda.

Sin embargo, quienes conocen su trayectoria sabrán que tal explicación nunca se producirá y que Adolfo seguirá, como en los últimos 28 años, formulando pronósticos apocalípticos que nunca se cumplen, los cuales en el Paraguay del presente, con un régimen de plenas libertades públicas y un proceso de desarrollo económico y social irrefutables, están más lejos que nunca.

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