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El “caficho” del Congreso

Parece anecdótico, pero lo ocurrido con el presidente del Senado y el Congreso, Mario Abdo Benítez, refleja de cuerpo entero a nuestra clase política, que no tiene reparos en denunciar negociados de otros mientras mantiene los suyos a salvo, con entusiasmo y descaro.

Molesto por el resultado de las votaciones que permitieron sancionar la ley que prorroga hasta 2053 el plazo de concesión a favor de Tape Porã para que amplíe un tramo de 140 kilómetros de las rutas 2 y 7, Marito atacó a sus colegas asegurando que el Congreso se había convertido en un prostíbulo, insinuando que los senadores que votaron a favor de la prórroga habían recibido un pago por su voto. Agresivo y cobarde a la vez, ya que lo que lanzó fue una sospecha y no una acusación concreta contra personas concretas.

Como la ley se sancionó con el voto del sector oficialista colorado y la bancada del PLRA, senadores liberales enseguida se mostraron molestos por la insinuación de Marito. Luis Alberto Wagner respondió que si el Congreso es un prostíbulo, Abdo Benítez es el “caficho”.

Pocas veces una expresión cae tanto como anillo al dedo como esta, puesto que en el momento en el que todo esto ocurría empezó a circular por las redes sociales el video de una sesión, en donde se nota claramente a Marito cuando da instrucciones a su secretario para que consiga que se retiren varios senadores a fin de que no hubiera quórum para continuar, ya que se realizaba en ese momento la elección de los nuevos integrantes del Fondec y los resultados no beneficiaban a la candidata de la disidencia colorada.

Así que el mismo Marito que se mostraba indignado ante la supuesta compra de votos para favorecer al consorcio Tape Porã es el mismo Marito que no tuvo empacho en dejar sin quórum una sesión porque eso convenía a los intereses de su sector. Quizás él no se venda por chauchas y palitos, pero tiene el mismo interés que el resto hacia lo que conviene a la ciudadanía, ninguno.

No es que esto nos muestre algo que no sabíamos; al contrario, a la larga hemos tenido que acostumbrarnos a esta clase política vacía de ideales y dispuesta a transar con quien fuere con tal de conseguir una ventaja, cualquiera, para su sector. Y aquí no hablamos de ningún partido, sino de los políticos en general, porque ya no hay patriotas en este país sino oportunistas y ventajistas, sin importar el color del pañuelo que lleven al cuello. Es como si con el paso de los años, después del golpe de Estado de 1989, hubieran aceptado que para sobrevivir en este sistema político bajo y mediocre, debían convertirse en aquello que habían perseguido durante el stronismo, personajes ambiciosos y venales, dispuestos a venderse por el precio que fuere.

Así es la política criolla, lastimosamente. Ha dejado de ser una opción honesta y diferente para la ciudadanía y se ha convertido en un negocio en donde el más vivo y badulaque es el que mayor posibilidad tiene de surgir y convertirse en líder.

Tiene razón Abdo Benítez cuando dice que el Congreso se ha convertido en un prostíbulo, y agregaríamos que, además, en una guarida de delincuentes. Pero él está incluido en el esquema y es su cabeza más visible. O, como diría Wagner, su “caficho”.

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