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El fanfarrón y su escudera

La libertad de expresión es una de las garantías constitucionales más importantes. A diferencia de lo que ocurría en tiempos de la dictadura, hoy todos tenemos derecho a manifestar nuestras creencias ideológicas y a criticar o denunciar  a terceros, desde el vecino hasta al presidente de la República, siempre y cuando lo hagamos en los marcos de la ley. Esto, que resulta obvio para cualquier ciudadano respetuoso del Estado de Derecho, no lo es sin embargo para algunos dirigentes políticos, como Efraín Alegre, titular del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y su “escudera” Desirée Masi, senadora por el Partido Democrático Progresista (PDP), quienes pisotean con total alevosía las normativas vigentes, a la espera, tal vez, de poder “victimizarse” en el caso de ser sometidos a procesos penales, como en justicia corresponde.

Muy sueltos de cuerpo, cuales comentaristas de un encuentro social sin relevancia, el primero “advirtió” al oficialismo que si persistiera en el proyecto de la reelección, los liberales “saldrán a las calles, tomarán el Congreso y el Palacio, de ser necesario”; mientras que la segunda, además de las amenazas sistemáticas de juicio político al presidente, lo acusa de incurrir en un delito grave, como el de lavado de dinero.

Desirée, como siempre, es tan ligera para acusar como para esconder la mano. Si hiciera honor a su investidura, tamaño cargo formulado nada menos que contra el jefe de Estado, ameritaría una denuncia formal ante el ministerio público. Pero nada, como tampoco prueba alguna de lo afirmado, lo que rebaja su condición de política a la de vulgar embustera; lamentable papel que cumple desde hace ya varios años.

Lo de Efraín es aún más grave, no porque pueda cumplir con su fanfarronada, sino porque, siendo el presidente del principal partido de oposición, amenaza abiertamente con atropellar la sede de dos poderes del Estado y destruir así el régimen institucional.

Según su febril interpretación, estaríamos al borde de la ruptura del Estado de Derecho, por lo cual instó a todos a “estar alertas, en vigilia, para la defensa de la democracia, para no vivir más la dictadura, la tortura y los apresamientos sin justificación legal”.

El titular del PLRA evidentemente no tiene la menor idea de lo que es una dictadura ni tampoco sobre lo que significa enfrentar un peligro real de retroceso a esa época infausta de nuestra historia. Por eso puede hacer lanzar todas sus bravuconadas en rueda de prensa, sin ningún tipo de consecuencias, a pesar de que sus palabras constituyen una clara apología del delito.

A Efraín nadie le amenaza de muerte, ni con violar a su esposa e hijas, ni atropellan su domicilio particular, ni menos le disparan a mansalva a sus escasos adherentes cuando éstos se movilizan, como sí hacían las bandas al servicio de Lino Oviedo. Y ni hablar de cómo procedía el stronismo, de lo que no tiene conocimiento, pues jamás participó de aquellas verdaderas batallas por la democracia, que si las acompañó fue con alguna tertulia entre amigos, entre cuatro paredes, fuera de todo riesgo.

Por eso sus denuncias no tienen eco y sus “intimaciones” sobre “tomar” la sede del Congreso y del Palacio caen en saco roto. Personajes de poca monta, como él, carentes del menor respaldo popular y de quienes el liberalismo solo puede sentir vergüenza, lo único que podrían “tomar”, en el mejor de los casos, son… algunas cervezas.

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