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El feminismo en caricatura

El próximo 8 de marzo, en coincidencia con el Día Internacional de la Mujer, la Cámara de Senadores tiene previsto abordar el proyecto de “Ley de Paridad Democrática”, impulsado por organizaciones de mujeres y legisladoras de distintos partidos políticos. La iniciativa se asienta en un hecho cierto e indiscutible: la casi nula participación de ellas en las instancias de representación popular, que apenas llega al 16%. Sin embargo, elevar dicha cifra al 50%, como proponen, carece de fundamentos razonables y reduce todo a una cuestión puramente cuantitativa que hace aguas por todos lados, pues, con ese criterio, lo mismo podrían reclamar mañana diversos sectores de la sociedad, muchos de ellos discriminados y sumidos en el olvido como ellas.

Las promotoras del proyecto en cuestión, agrupadas bajo el lema “Somos la mitad, queremos paridad”, argumentan que las mujeres conforman el 48,5% del electorado nacional, pero son pocas las que ocupan cargos de decisión, lo cual es inobjetable. El problema es que plantean una “solución” a todas luces arbitraria y antidemocrática. ¿Por qué los electores tendrían que estar obligados a votar un “paquete” de 50-50 en las lista? ¿Por qué no podrían votar por un 100% de varones, o un 100% de mujeres o por la combinación que sea, que pueden ser inscriptas con total libertad? ¿Por qué atropellar la soberanía de los partidos y decirles a estos cómo tienen que integrar sus opciones electorales? ¿Por qué, si están en desacuerdo con estos, no integran nuevas formaciones políticas y aplican en ellas la fórmula que proponen?

En cuanto a la paridad, para que la misma sea tal, no puede ser reivindicada para tal o cual sector, en este caso para varones y mujeres, solamente, porque entre ellos existen realidades completamente diferentes e intereses inclusive antagónicos que, siguiendo esa lógica, bien podrían reclamar también su “cuota” de presentación. Por ejemplo, los jóvenes, los indígenas, los campesinos pobres, los sin tierra, los sojeros, los ganaderos,  los empresarios de distintos rubros, los profesionales independientes, los funcionarios públicos, obreros, jornaleros,  desempleados y los menesterosos, los católicos, protestantes, budistas, islamitas y los ateos, entre otros, así como las decenas de “géneros” que desde algunas de esas organizaciones sostienen que existen.

El planteamiento, así como se expone, resulta poco serio, por decir lo menos. Es una especie de feminismo en caricatura y representa el abandono de una antigua posición feminista referente a la “discriminación positiva”, que es otra cosa. Esta tiene por finalidad velar por los derechos de sectores que históricamente fueron excluidos y establecer mecanismos que garanticen su integración en todos los ámbitos de la sociedad, así como su participación en instancias de decisión.

En el caso de las mujeres, implica la igualdad de derechos con respecto al varón, desde la patria potestad, hasta la misma remuneración por el mismo trabajo o, desde votar… a ser votada. En materia electoral, esa “discriminación positiva” se tradujo en nuestro país en el establecimiento de un cupo mínimo del 20% en las listas, permitiendo que del 8% que ocupaba en ellas antes de que entrara en vigencia, pasara a 16%.

Sería comprensible debatir sobre la necesidad de elevar dicho porcentaje,  porque dado el sistema D´Hont mediante el cual se integran las listas después de las internas partidarias y los comicios generales, es muy difícil, por no decir imposible, que las mujeres puedan llegar al 20% que declara como piso la Ley. Pero esta sería otra discusión, que nada tiene que ver con la “paridad” que plantean estas organizaciones.

Por último o mejor, por ahora, porque el tema es sin dudas polémico, corresponde desnudar la hipocresía política que rodea su tratamiento, sobre todo en tiempos electorales como los que vivimos, cuando los políticos de los más variados pelajes tienen el “sí” muy fácil y, en su amplia mayoría se manifiestan a favor de esta iniciativa. Sin embargo, en los partidos a los que ellos pertenecen, desde el PDP, hasta el Frente Guasu, y desde el PLRA hasta la ANR, las candidatas mujeres pueden contarse con los dedos de una mano.

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