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“El gran denunciante”

Mientras pretende erigirse en el Chapulín Colorado, el gran adalid de la Justicia, Efraín Alegre no hace otra cosa que demostrar a cada rato que nadie puede confiar en él porque es peor que todos aquellos a los que denuncia.

En la primera sesión del Senado del año, el liberal Blas Llano denunció al presidente de su partido por sus turbios manejos en la organización de la convención que se realizó el sábado pasado. Desde compra descarada de convencionales hasta la contratación de 400 guardias privados, de los cuales solo 100 estaban identificados, Alegre ha ratificado su tendencia a la transa y el negociado.

Las denuncias de Llano no pueden ser tomadas de manera anecdótica, solamente porque es opositor a la línea política de Alegre. Al contrario, aquí deben intervenir organismos del Estado como la misma Contraloría, que investiguen los negociados presuntamente realizados antes y durante la convención liberal, en donde resultó ganadora la propuesta del oficialismo, que comprometió al partido en una alianza electoral y rechazó la posibilidad de una concertación.

Resulta que Efraín es presidente del –por lo menos por ahora- principal partido de la oposición, así que lo que haga tiene incidencia en todo el espectro político nacional. Una democracia no funciona sin una correlación de fuerzas entre los principales sectores y mientras el más importante contendiente del oficialismo se muestre tan venal y corrupto, no hay ninguna seriedad en el proceso electoral nacional.

Las elecciones generales están a la vuelta de la esquina. Las decisiones de todos los sectores deben ser tomadas a la luz pública, de cara a la gente y sin ningún tipo de engaño. Esto no pasará si se comprueba que Alegre compró a sus correligionarios para salirse con la suya.

Lo peor es que su máxima acción pública fue denunciar al oficialismo por supuesta falsificación de las planillas de firmas ciudadanas a favor de la enmienda. Y mientras lo hacía con la mano derecha, con la izquierda compraba conciencias y contrataba guardias que controlaran a sus propios correligionarios mezclándose entre ellos durante el acto de convención, reviviendo el tan tenebroso pyraguereato que tanto dolor y frustración causó a los paraguayos durante muchos años.

Alegre es la misma porquería que esos sinvergüenzas que fraguaron planillas a favor de la enmienda, y a quienes denuncia tan caraduramente. Hasta podría ser considerado peor que ellos porque quienes ensuciaron la campaña de la ANR fueron dirigentes de base, no autoridades partidarias. Sin embargo, él es nada menos que el presidente del PLRA y, peor aún, pretende encabezar una alianza opositora para derrotar al oficialismo en abril del año próximo. Así que su situación es mucho más grave que la de los seccionaleros.

Compró convencionales con el dinero del Estado que recibió su partido como subsidio electoral. O sea, con dinero nuestro, el de toda una ciudadanía que debe remar diariamente buscando sobrevivir. Es un ladrón que denuncia a otros ladrones; es como si el muerto se asustara del degollado. Lamentable y vergonzoso.

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