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El norte existe y es opción para el turismo

Por: Telmo T. Ibáñez Jara (telmoijara@gmail.com)
Por: Telmo T. Ibáñez Jara ([email protected])

Las inigualables bellezas naturales que guarda en su interior el norte del país son incomparables, la falta de comunicación vial atrasó el desarrollo en esta región, pero dejó casi intactas varias zonas impenetrables como algunas serranías del Amambay, las cavernas situadas entre el río Apa y Tagatiyá, así también los bosques de San Pedro entre los ríos Ypané y Aguaray.

El viaje al norte del país es una verdadera aventura, al salir de la Gran Urbe de Asunción como punto de referencia, arrancando con las artesanías en cuero de Villa Hayes, los mismos trabajos elaborados delicadamente por los nativos adentrándose para el Chaco Central, los hospedajes y algunas estancias que apuestan al turismo rural como los manjares tradicionales y frutos silvestres.

A lo largo de la ruta Transchaco, notablemente va cambiando la flora como la fauna, a simple vista los hoy promocionados jakarés solean su cuerpo en improvisados tajamares, los ñandúes corretean en la interminable llanura, los armadillos, zorros, kure’i (chanchos silvestres) y osos hormigueros cruzan peligrosamente la ruta.

Sobran estampas increíbles de los numerosos bañados cargados de una infinidad de aves de distintas variedades, tuyuyú cuartelero, patos, garzas,  cotorras, loros, tucanes, los taguató como los cuervos a la espera de algún animal distraído para empezar el festín.

Para quienes viajan relajadamente y gozan de fortuna incluso pueden experimentar un encuentro cercano con un algún puma (león americano) o jaguareté (tigre sudamericano), manadas de carpinchos, taguá y el siempre solitario como de elegante figura el aguara guazú para muchos el rey de las selvas del nuevo continente.

Apenas se llega a Concepción, el puente “Nanawa” evoca recuerdos a los primeros héroes y defensores de la Guerra del Chaco, dejando ver la desembocadura del río Ypané, el curso hídrico que marca caprichosamente el Trópico de Capricornio, invisible geográficamente en lo que resta del mundo. En esa zona a fines del mes de mayo de 1.773, el Cnel. Agustín Fernando de Pinedo y una decena de paraguayos fundaba la entonces “Villa Real” posteriormente de Concepción.

No se descarta que en esa zona, el mismo Alejo García y acompañantes fueron ultimados por los primitivos en 1.524, cuando regresaban con toneladas de oro, plata y otros objetos preciosos, luego de asaltar uno de los pueblos Incas de la cordillera de los Andes. No hay certeza del lugar en que los nativos hicieron justicia ante el ataque piratero de los aventureros españoles, pudo ser más para San Pedro del Ycuamandyyú, pero en el lugar se encontraron 2 sables de las características coloniales.

Los amantes de la historia y monumentos de época la ciudad de Concepción reúnen todas las características apropiadas desde el cuartel de la época de los López, la viga que sostiene a una parte de la enorme estructura de la Iglesia Catedral que data de 1.813, así como numerosas piezas sacras como el púlpito de la Iglesia de San Antonio de estilo franciscano, las campanas, los crucifijos, así como los monumentos a partir del obelisco a la virgen de Fátima, el monumento a los indios, el de la madre y otros tantos como el museo al aire libre desde la época de los yerbateros y de la exportación de madera y carne a Europa.

Pero el encanto sube de tono si el turista se decide y dirige más al norte, a partir del arroyo Yuiy, la vegetación se asemeja a la del Pantanal, también la fauna, aún aparecen gigantescos felinos, pero el premio mayor se obtienen en las transparentes aguas de los arroyos Tagatiyá, Tagatiyamí, Tagatiyá y sus afluentes, que bañan la gran Serranía de San Luis.

A partir del Tagatiyá, en el distrito de San Alfredo, empieza el paisaje paradisiaco con las llanuras mimetizadas con las piedras calizas y marmoladas que lucen a flor de tierra con tonalidades aturquesadas mezclándose con la vegetación.

Nada mejor que una navegación con lanchas caseras como el buceo en sus aguas que dejan ver hasta los últimos secretos de la fauna ictícola del lugar. La belleza que conserva el Tagatiyá solo se compara con la sensación que se percibe al realizar la incursión a una las centenares cavernas de la zona.

El paseo al subsuelo a las entrañas de las serranías norteñas permite al turista un viaje a la pre-historia, al encuentro cercano a los animales cuyos fósiles se guardan secretamente en sus corredores. Es apenas unas de las numerosas opciones sin contar aún aquellas que se pueden vivenciar con un viaje por la decena de pueblos que se recorren viajando por la ruta III “Gral. Elizardo Aquino”, así como por la ruta V “Bernardino Caballero”.

Así como lugares ya emblemáticos como opciones turísticas; Laguna Blanca, en San Pedro, Chakurrú en Pedro Juan Caballero, los cerros como Acuá, con jeroglíficos similares a los que se ubican en Cerro Guazú, un gran santuario para los primitivos de la zona. Las caprichosas formaciones rocosas como Cerro Memby o Karumbe, como Acangué, Cerro Corá (escenario de la Guerra Grande), Cerro Muralla (construcción probablemente vikinga) a los que se deben sumar los ojos de mar entre los distritos de Puentesinho (Concepción), como Bella Vista (Amambay), son algunas de las impresionantes motivaciones para embarcar con dirección al norte del país, aprovechando las vacaciones de invierno.

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