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El tiempo dirá si los 23 días de caos en las calles de Asunción provocado por las manifestaciones de cooperativistas y pequeños productores está justificado. No es intención de este artículo desacreditar el motivo que llevó a los agricultores y socios cooperativistas a salir a manifestarse. Lo que sí es bueno profundizar las verdaderas intenciones de los mal llamados líderes de estas movilizaciones.
Los califico de esta manera porque lo que menos demostraron es la necesaria coherencia y lealtad de los dirigentes con las banderas que los trajeron al frente de las masas. Existen elementos muy sensibles que demuestran la alta traición a esos compromisos. Y todo comenzó con la aparición de Fernando Lugo en la escena de la manifestación ofreciendo ‘sus buenos oficios solidarios” a la causa. Claro que esto ocurrió previo acercamiento de sus adelantados: Elvio Benítez, Luis Aguayo y sus correligionarios del Frente Guasu.
De inmediato comenzó el proceso de giro movimentista: de reivindicación social a posturas políticas, primero disimuladas, pero después maquinadas y con reflejos de actitudes intransigentes, orillando la violencia, buscando quizás la reacción de las fuerzas de seguridad para generar situaciones irreversibles. ¿Un marzo paraguayo, quizás?
Iniciaba la segunda parte de esta historia. La intervención de Lugo hizo que sus segundos comenzaran a manipular las urgencias de las masas.
Nada nuevo; elevar las exigencias justo cuando se estaba por responder a la anterior. Es lo que pasó con el IVA; cuando el Ejecutivo accedió a prorrogar su vigencia al 1 de julio; los dirigentes exigieron posponerlo al 1 de enero 2017 o cuando se estaba llegando a acuerdos con los productores a estos se les ocurrió que era mejor exigencia que se cobre impuestos a la soja. Una fuerte intervención de los financistas de la manifestación o sea la dirigencia de las cooperativas en rebeldía y los enviados del exobispo frenaron todo intento de acuerdo. Jamás hubo consulta a las bases; lo que ocurrió fue una reunión de cúpula y no precisamente de la organización de la manifestación social.
Era evidente que los dirigentes lo que menos querían es resolver la crisis y allá en el fondo estaban de espectadores los verdaderos protagonistas con sus deudas que les impedía seguir cultivando y a punto de perder sus tierras.
Estaba en marcha el plan maquiavélico del grupo que gobierna el exobispo.
Un poco de historia. Cuando los cooperativistas salieron a las calles su objetivo; según Pedro Loblein, Luis Cabral entre otros próceres de la autonomía cooperativa, fue la eliminación, la aniquilación del IVA de la vida financiera de las cooperativas.
¿Qué pasó el sábado 23 de abril en Mburuvichá Roga?, ¿Qué lograron después de 23 días de molestosas manifestaciones callejeras?: Nada. No eliminaron el gravamen. Su triunfo se tradujo en una prórroga de 69 días, contando desde el día de la firma del acuerdo.
Loblein declaró la guerra a los tres poderes en “su lucha”, como parte de su estrategia política. Logrado el primer objetivo, el de ingresar al primer anillo luguista ya no importaba el resultado de las manifestaciones. Así fue.
Las agitaciones políticas provocadas potenciaron al grupo liderado por el cooperativista, que en poco tiempo estará reclamando espacios. De la mano de Loblein surgirán nuevos líderes, nacidos de la alta traición a los reclamos de miles de cooperativistas que confiaron en su perverso plan. Ya no importa la causa que los llevó a las calles y que terminó hace días; hoy el objetivo es otro; que se vean los socios que aportaron sus ahorros para el mantenimiento de las manifestaciones, las suyas y la de los pequeños productores.
Lugo metió la cola; sacará tajada como todos los políticos, de derecha o de izquierda; y detrás vieron ventajas otros grupos de dirigentes como los cooperativistas que podrían usar el potencial y su dinero para escalar en este nuevo escenario. Fecoprod, organización seria lo captó y prefirió retirarse y evitar el contagio de alimentar el desvarío.
A partir de ese momento esta organización liderada por Loblein ya estaba detrás de otros objetivos y no precisamente la eliminación del IVA, tal como se evidenció el 23 de abril; porque no eliminó el IVA, como se propuso. Por el contrario aceptó y acordó una prórroga, pero a cambio logró un escalafón político importante a la derecha del supremo hacedor de Frente Guasu. La advertencia de que el IVA exterminará a las pequeñas cooperativas terminaba disolviéndose lentamente, con cada trazo de su firma que dejaba firme y ejecutoriada la alta traición a la premisa que lo llevó a las calles.
El gobierno cumplió con su propuesta; no salió un milímetro del planteamiento inicial, tanto para las cooperativas como para los pequeños productores; pero fundaba, sin proponérselo, el escenario que serviría después para perpetrar la felonía de Loblein y sus adeptos a la masa societaria.
¿Qué irá a responder en las asambleas de las cooperativas este señor Loblein cuando se le pregunte porqué entregó la bandera? La respuesta se conocerá en un tiempo más, cuando se escuchen las primeras arengas políticas para convencer a los mismos asociados que hasta hace días estuvieron frente al Congreso; esta vez intentará persuadirlos de la necesidad de que las cooperativas tengan influencias en los escaños de la política. Claro que para ello necesitará también del dinero del asociado.
En ese instante cometerá la segunda traición; la de comprometer a las cooperativas en algo que tienen vedado: intervenir en la política partidaria; nefasto para los postulados del sector. Pero no importa como tampoco importó la primera traición.
No me refiero a los demás: Elvio Benítez, Luis Aguayo, Jorge Galeano y pandilla porque los conocemos. No hay nada nuevo en su accionar. Hace mucho tiempo dejaron de ser dirigentes sociales para convertirse en punteros, operadores políticos de Lugo.
