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El peor error

Por supuesto en toda administración del Estado debe haber ajustes. El gobierno sigue siendo nuevito. Estrenándose diríamos. Arranca con todos los bríos, por aquello de escoba nueva, el presidente nombra a quienes él considera mejores, muchos de ellos sus amigos en quienes confía y echa a rodar la gestión.

En realidad, relativamente rápido, sobre todo por el eterno drama de la economía, se van definiendo los perfiles de quienes sarán buenos en su gestión, los que no tanto y los peores. Los que constituyeron simplemente un error.

Los buenos están bien pintados en el panorama económico-social. Uno de ellos el ministro de Hacienda, hombre prudente, cauto,  con un manejo sosegado de las finanzas, no se deja llevar por las corrientes del momento y dice lo que tiene que decir en el momento justo y toma las decisiones que él cree correctas. Benigno López está haciendo bien su trabajo. Una acertada en un cargo clave.

Por supuesto hay otros como él, no tan visibles, pero de gestión aceptable.

Y están los malos, los que no sirven, los que de partida demostraron que no están hechos para la función pública. Por supuesto en esta materia ocupa el podio, la nueva titular de Petropar, Patricia Samudio. El gobierno de HC puso tanto cuidado, tanto énfasis en el rostro social de la petrolera que los resultados fueron fantásticos… se controló la suba indiscriminada de los combustibles, se redujo el precio en varias oportunidades, algo impensado hasta entonces, hasta el gas doméstico tenía un costo reducido de acuerdo al bolsillo del pueblo. Era una joyita social arrancada de las manos negras de las distribuidoras y las roscas que toda la vida chuparon el flete de los combustibles y demás.  Desde los tempos del pulpo REPSA.

Lo de Samudio vino mal barajado desde su nombramiento como pago de favores políticos que recibió el presidente, de parte de los emblemas, durante su campaña, entiéndase cantidades ingentes de dinero, tan necesario siempre en las compulsas electorales.  Ellos señalaron a Samudio. Tenía puesta su camiseta y la señora no hesitó en seguir al pie de la letra los mandatos de sus obscuros patrones.  Hizo lo más terrible, aprovechando una circunstancia pasajera, ajustó a mansalva para arriba el precio de los combustibles, lo más terrible para una economía dependiente como la nuestra. Ahí nomás subió todo, una espiral de ajustes… a ella y a sus jefes no les importó absolutamente nada. Volvió a bajar el costo del barril de crudo, había que reajustar para abajo, no lo hizo nunca, hasta que redujo unos céntimos cuando la presión pública era insostenible.

El presidente la dejó hacer.

Cometió otros dislates rápidamente. Trasladó el dinero del ente a bancos privados (prohibido por ley), entre ellos uno que tenía acreencias con su esposo. Ningún fiscal se atrevió a investigarla pese a las denuncias en su contra.

Luego se dedicó a desbaratar la red de servicentros de Petropar, que fue ideada para poner freno a los desmanes de los dichosos emblemas.

Ahora está metida en un turbio y costoso convenio de varios millones de dólares, con el PNUD, para supuestamente mejorar el nivel de producción de la fábrica de Troche.  El PNUD se lleva la parte del león pudiendo hacerlo a precios casi irrisorios con un organismo del estado, la DNCP.

Finalmente salta también una perla más que afecta a la señora Samudio. Aparentemente, Petropar pagó el arrendamiento de un hotel para ella y su pandilla en la zona de Altos. Lo negó, pero las sospechas siguen firmes.

En fin, toda una joyita que desmerece todos los esfuerzos del gobierno por hacer bien las cosas.

Patricia Samudio debe ser destituida. Acumuló desprolijidades a diestra y siniestra. Es una de las causas del enfriamiento de la economía que vienen advirtiendo los especialistas.

El presidente ya pagó con creces su deuda con las distribuidoras. Ahora debe cerrar el círculo y despedir a su operadora. Y que las aguas en un tema tan delicado, retornen a su cauce.

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