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El retorno de los limpiavidrios

Después de muchos pataleos y luego de que el intendente de Asunción, Mario Ferreiro, no tuviera más remedio que promulgar la ordenanza municipal que prohibía la presencia de limpiavidrios en las esquinas más importantes de la capital, los conductores pudieron respirar aliviados durante un tiempo porque parecía que habían desaparecido. Se comentaba entonces que casi todos habían sido reubicados en empresas privadas que los habían contratado para que realizaran un trabajo formal.

Sin embargo, en las últimas semanas, tímidamente, empezaron a reaparecer. Algunos se habían quejado en los medios de comunicación de que las empresas que les ofrecieron trabajo les pagaban apenas el mínimo y debían trabajar 8 horas diarias, como cualquier hijo de vecino que cumple con sus deberes y respeta las normas vigentes. Lo que ocurre es que estos personajes podían conseguir mucho más dinero sin trabajar y amedrentando a los ciudadanos que no podían evitar los lugares en los que ellos habían instalado sus bases cuasi delictivas.

Para colmo, reaparecieron con mucha más agresividad. Ya no aceptan un no e imponen su servicio no solicitado ni deseado por nadie. Ahora nomás, uno de ellos agredió a un comunicador que se había negado a que le limpien el parabrisas de su vehículo, lo que nos da la pauta de que no solamente será molesto sino prácticamente una obligación aceptar esa imposición. Para colmo, el cuidacoches denunciado cuenta con varios antecedentes penales, igual que la mayoría de sus compinches que se dedican a lo mismo.

Nadie puede creer que, ni Ferreiro, ni la Policía, se hayan percatado del retorno de los limpiavidrios. De hecho, el intendente no ha mostrado ningún entusiasmo por prohibir esta actividad, y si promulgó la ordenanza fue porque no le quedó más remedio. Pero a nadie le importa lo que él piensa y es absurdo pretender que uno hace respetar la norma que le agrada e ignora la que le desagrada. Así que lo que debe hacer el Ejecutivo municipal es hacer respetar la ordenanza, que forma parte del Derecho Positivo de la ciudad, sin más vueltas ni argumentos sin sentido.

En cuanto a la Policía, su inacción es por demás llamativa. Si tiene los suficientes efectivos para que algunos puedan detener a ciudadanos honestos y trabajadores, y plantarles elementos delictivos, tendría que destinar también a quienes se dediquen a hacer cumplir las normas vigentes. En Asunción está prohibida la actividad de los limpiavidrios; y la Policía tiene la obligación de hacer que esta disposición se cumpla; así de simple. De lo contrario, no nos quedará más que pensar que los agentes de seguridad hacen la vista gorda ante estos marginales prepotentes y delincuentes porque perciben algún tipo de comisión por ello, lo que los convierte en cómplices y encubridores.

Hay sectores de izquierda que acusan a la ciudadanía de no tener tolerancia con los pobres pretendiendo victimizar a marginales comunes que se instalan en las esquinas, a la vista de todos, para amedrentar a los ciudadanos. Muchos de estos limpiavidrios son sujetos fuera de la ley como los peajeros que han invadido zonas enteras de la República. Y desde luego, ser pobre no significa ser bandido ni vivir de los demás. Al contrario, nuestro país está lleno de personas íntegras y de escasos recursos, que cada día se desloman por llevar el pan a sus casas respetando las normas y el Estado de Derecho.

Los limpiavidrios no son pobres; casi todos son marginales. Y es tiempo de dejarnos de manipular por ellos y sus “padrinos”. No deben volver.

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