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El verdadero fin de las protestas

A simple vista, las movilizaciones que vienen protagonizando los cooperativistas, no todos, a las que se sumaron ayer algunos grupos campesinos, carecen de explicación lógica. La ensalada de reivindicaciones que enarbolan, la mayoría de ellas descabellas y hasta contrapuestas, debería enfrentarlos en lugar de juntarlos. Lo único que tienen en común es que unos quieren mantener el privilegio inaceptable de no pagar el Impuesto al Valor Agregado (IVA) y otros acceder a la misma categoría al condonárseles sus deudas. Sin embargo salen una y otra vez a protestar, con las consecuencias nefastas que esto supone para los que necesitan llegar a sus lugares de trabajo o de estudio. ¿Por qué lo hacen? ¿Cuál es el verdadero objetivo de estas manifestaciones? ¿O acaso las exigencias que formulan no son más que una cortina de humo para ocultar el verdadero móvil, que es provocar el caos y la inestabilidad política?

Si en lugar de analizar las demandas observamos quiénes son los actores, podremos hallar respuestas a estos interrogantes. En lo que se refiere a la participación de organizaciones campesinas, encontraremos que ellas están fuertemente influenciadas por el luguismo, agrupado en torno al Frente Guasu, cuyos senadores, haciendo “causa común” con ellas, radicaron en el Congreso un proyecto de Ley que condona las deudas a los labriegos, lo cual es de imposible cumplimiento, por cuanto eso representaría una suerte de confiscación a las instituciones financieras que otorgaron los préstamos, incluyendo a no pocas pequeñas cooperativas que irían a la quiebra.

Frente a esta realidad inobjetable, algunos dirigentes “campesinos”,  que por cierto abandonaron la chacra hace muchísimo tiempo, empiezan a plantear que el Estado debería financiar la “condonación”, lo cual en términos prácticos implicaría un manotazo al bolsillo de todos los paraguayos, que nos convertiríamos así en los reales financistas de los nuevos privilegiados que se asignan el arbitrario derecho a no pagar sus cuentas; algo tan inaceptable como “liberar” a los “señores” cooperativistas de pagar un tributo que aporta la ciudadanía en su conjunto.

Lo grotesco del planteamiento queda al desnudo si tomamos en consideración que sus promotores fueron gobierno y entonces ni a Fernando Lugo, ni a su ministro de Hacienda Dionisio Borda, ni al Frente Guasu, ni a Elvio Benítez, uno de los principales alborotadores en el Norte, se les ocurrió una iniciativa de esta naturaleza. O sea, ahora agitan banderas que nunca enarbolaron, ni cuando tenían la sartén por el mango, lo que nos permite presumir sin riesgo de equivocarnos que no hay otro fin más que generar caos y captar adhesiones entre sectores humildes a los que manipulan con total descaro.

Pero no todo es política, y aquí también entran en escena los cooperativistas o una parte de ellos. Ocurre que años atrás, los que encabezan los grupos campesinos gestionaron créditos para sus asociados en diversas instituciones financieras, varias cooperativas entre ellas. Y los obtuvieron, “tragándose” para si lo que les correspondía a sus compañeros, lo cual también es responsabilidad de los directivos de dichas instituciones que, por debilidad o complicidad, no realizaron los controles pertinentes.

Esto explica por qué se unen sectores tan disimiles, como los que se bajan de un auto del año y los miserables que son arreados en camiones desvencijados. Sus politizados dirigentes no quieren otra cosa que desgastar al gobierno para allanarle el camino a un delirante que quiere volver a ser presidente, por más que la Constitución se lo prohíbe y, de paso… borrar de los registros a una pandilla de vulgares estafadores, cosas que no debemos permitir que sucedan bajo ningún concepto.

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