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Empecinados en mirar el árbol

Por: Marilut Lluis O’Hara
Por: Marilut Lluis O’Hara

Hace unos días un amigo se lamentaba de lo superficial y pacata que es nuestra sociedad, más preocupada por quien se acuesta con quien que por buscar algún mecanismo que haga que los badulaques dejen de robarnos descaradamente desde los puestos de poder.

Ni siquiera recuerdo cuál era la prójima cuyas actividades de cama habían estado en entredicho pero me quedó el fondo de la cuestión, esa hipocresía y espíritu entreguista que nos hacen bajar la cabeza ante los poderosos y ser absolutamente intolerantes con nuestros iguales, como si fuéramos mejores que el resto.

Somos nomás luego especiales los paraguayos y diferentes a los demás. De lo contrario, es inentendible que la corrupción e impunidad alcancen límites jamás antes vistos en ningún lugar sin que podamos encontrar la capacidad de reaccionar para poner un freno a este descontrol.

Allí tenemos el caso de Lugo. La clase política le sometió a juicio político por los hechos ocurridos en Curuguaty, pero 4 años después, lo único que recuerda la gente es que él no era luego buen presidente porque cuando era cura se acostó con varias mujeres y tuvo hijos de balde.

Somos tan hipócritas, pacatos y ridículos que no nos preocupa que nos roben todos los días el país que decimos que queremos y nos merecemos, pero somos capaces de movilizarnos para crucificar a quien no viva de acuerdo a los criterios que nos impusieron las apariencias.

Somos más duros con los robacoches que con los senadores y diputados, o ministros de la Corte y grandes autoridades que negocian, transan y se forran a costa nuestra. Siento tanta vergüenza por formar parte de una comunidad tan simas pena, como diría mi mamá, tan sin pelotas para luchar por lo que realmente merece.

Parece una perogrullada pero es cierto que nuestra fascinación por el árbol hizo que perdamos de vista el bosque. Por eso los badulaques seguirán jodiéndonos una y otra vez, eternamente. No solo somos incapaces de elegir a los mejores, a los más honestos y capaces, sino que cuando los corruptos se apoltronan en el poder lo único que hacemos es rendirles pleitesía y prometerles sumisión y fidelidad eternas.

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