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En plena debacle, la Iglesia está “en otra”

La debacle moral de la Iglesia Católica ha llegado a niveles verdaderamente espantosos, empezando por la que corroe a su más alta jerarquía. Obispos convertidos en “opinólogos” de cuestiones políticas y hasta militares, cuando no en activistas o aspirantes a cargos electivos; otros que se pasan de juerga en juerga, con “sobrinitas” o “sobrinitos”; también están los que encubren a criminales, como en el caso de un abusador de menores y, desde luego, no faltan quienes gustan guardarse para sí con el “diezmo”. Este es el verdadero retrato de la Iglesia en el Paraguay y no aquel que proyectan sus pastores presentándola como la “reserva moral” que dejó de ser hace mucho tiempo.

Desde que un ser humano despreciable como Fernando Lugo salió del seno mismo de la Conferencia Episcopal, para convertirse  nada más y nada menos que en presidente de la República, con el respaldo activo de sus colegas, sacerdotes y religiosas, la Iglesia se encuentra en franco deterioro. Este “hito” en la historia del catolicismo criollo, bien puede calificarse como su “pecado original”, por  el que ciertamente jamás mostró el menor de los arrepentimientos, ni mucho menos pidió perdón a la sociedad en general, ni a la grey católica en particular. Al contrario, siguió por la misma senda, primero disfrutando del “banquete” que le ofreciera el exobispo mientras ejerció el poder y ahora disparando permanentemente contra el Gobierno, en un intento desesperado por despejarle el camino para su retorno.

Solo a modo de ejemplo, Lugo ataca permanentemente a la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) y promueve su eliminación, lo cual solo beneficiaría al autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) y a cuanto grupo mafioso existe en el Norte. Poco después, en plena recordación de “Nuestra Señora de la Asunción”,  le hace el coro nada menos que el arzobispo Edmundo Valenzuela, a quien se sumó el domingo último otro obispo, Juan Bautista Gavilán, de Coronel Oviedo, quien fue más lejos y afirmó que “la FTC denigra el uniforme”.

¿Qué podrían entender tres obispos, uno de ellos “ex”, sobre temas militares que hacen a la seguridad nacional?. Obviamente que nada, pero en realidad eso no solo evidencia la irresponsabilidad con la que proceden sino el verdadero fin que persiguen con declaraciones de esta naturaleza, que no es otro que responsabilizar de todo los males, reales o ficticios, al presidente de la República, en su condición de comandante en jefe.

Sería más conveniente de parte de los que siguen en el ejercicio del episcopado, Valenzuela y Gavilán, que aclarasen temas que hacen a su papel en la iglesia. El primero, que explique las razones del por qué sigue encubriendo al sacerdote argentino Carlos Ibáñez, quien huyó de su país para no purgar una pena por haber abusado de menores, lo cual lo convierte en cómplice. El otro, sobre su desordenada vida sacerdotal, hecha “a imagen y semejanza”, pero no precisamente de Dios, sinonde Fernando Lugo, con el cual compartió innumerables parrandas.

Si a esto sumamos las aspiraciones presidencialistas recientemente explicitadas de monseñor Mario Melanio Medina o los cargos de pederastia nunca dilucidados que pesaron siempre sobre monseñor Eustaquio Pastor Cuquejo Verga, concluiremos rápidamente que los miembros de la CEP tendrían que retomar el ejercicio del “santo sacerdocio” y avocarse a los temas que son de su directa incumbencia, en lugar de seguir interviniendo en cuestiones que no le competen.  Esto, claro está, si quisieran de corazón revertir la triste imagen de los templos semivacíos y la fuga de católicos en estampida hacia otras iglesias.

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