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Fruto podrido del machismo

Hay hechos que nos demuestran de manera contundente que un marco legal adecuado no soluciona los problemas que sufrimos a causa de una educación a todas luces deficiente y de los resabios de una sociedad patriarcal, en donde el machismo ha impuesto su estilo y forma de vida.

A dos años de que entrara en vigencia la Ley de Protección Integral de la Mujer, que crea la figura del Feminicidio como hecho punible, con altas penas para quien lo comete, nos sorprende este 2019 recién iniciado con cuatro víctimas de este delito de odio deleznable y repudiable desde todo punto de vista.

El 2018 nos despidió con un caso espantoso, en donde un hombre asesinó a su exmujer y a sus dos hijas (una de ellas murió ayer, después de una larga agonía), falleciendo el mismo en el ataque. Ocurrió en Ypacaraí y deja en evidencia una realidad que duele por su irracionalidad.

A horas de haberse iniciado este año, la realidad volvió a golpearnos con fuerza, con el feminicidio de María Mabel, asesinada por su propio esposo, un suboficial de Policía. El argumento que se repite, una y otra vez, como excusa para el crimen, son los celos.

Si así se viene este año, habrá que extremar controles, aunque nadie parece saber cómo hacerlo porque lo terrible de estos crímenes es que, generalmente, ocurren en la soledad del hogar, a puertas cerradas, donde los testigos no pueden ver nada y, mucho menos, intervenir.

Hay veces, decíamos, en que no es la falta de una ley el problema sino una cultura ancestral que todavía impera en un gran sector de nuestra sociedad, que ve a la mujer como un elemento anexo, de segunda, que debe estar permanentemente sometida a los caprichos del hombre, so pena de apeligrar su vida. Porque, si bien los celos son la excusa más utilizada en estos casos, el verdadero motivo es que las matan porque creen que pueden hacerlo, porque sus víctimas son solamente mujeres.

A partir de estos dos casos, tanto el Ministerio de la Mujer, como la Fiscalía, la Policía Nacional y el Poder Judicial decidieron ayer armar una mesa de crisis para analizar la realidad en cuanto a la cada vez más fuerte vigencia del feminicidio. La intención es  mejorar los protocolos de atención a las víctimas de violencia y prevenir sus muertes.

Es cierto que hay casos que pueden ser evitados si se produce una rápida reacción de los organismos competentes, que protejan a la mujer y la alejen de su victimario. Sin embargo, para que esto pudiera ocurrir es imprescindible que la víctima pida ayuda, o que reaccionen parientes y vecinos que pudieran estar al tanto de que hay una situación de riesgo que se podría evitar.

Así que otra vez caemos en un problema de educación. Hay que generar conciencia en la ciudadanía de que un hombre que golpea y maltrata a su esposa o hijos, es un agresor y no un “jefe de la casa” que tiene el derecho de hacer lo que le da la gana en el interior de su hogar. Afortunadamente, en los últimos años ha aumentado la conciencia ciudadana, y, aunque sigan persistiendo los feminicidas, hay más gente observándolos y presta a actuar para prevenir una desgracia. Todavía son pocos los casos en los que tienen éxito, pero habrá que persistir en el intento.

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