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Gran negocio que idiotiza

Es muy fuerte. Ver a tantas personas “colgadas” a sus celulares en busca de “Pokemones” y más cuando se trata de adultos, causa una doble sensación. De mucha pena en los casos de los jóvenes, al observar como “anestesian” sus neuronas, y de frustración hacia los segundos, al constatar que por lo visto siempre las tuvieron “anestesiadas”. Ante Nintendo, por supuesto, hay que sacarse el sombrero. Desarrolló una aplicación que ya tiene más usuarios que Twitter y alcanza más tiempo de uso que WhatsApp, Facebook, Instagram o Snapchat. En muy poco tiempo se convirtió en un fenómeno mundial, que desembarcó el miércoles en el Paraguay, causando gran furor. Pero, además de sus consecuencias “idiotizantes”, es obvio que los propietarios de las franquicias no solo ofertan un juego inocente y “gratuito”, sino, tras de sí, lo que subyace es una formidable plataforma de ventas millonarias.

En el Perú, donde arribó antes que a nuestro país, los protagonistas del negocio explican a sus potenciales clientes que uno de los módulos de la aplicación permite congregar a jugadores que están “a la caza” en un punto de venta determinado, atrayendo a pokemones al mismo lugar por espacio de 30 minutos. Además, Nintendo ya anunció que pronto admitirá publicidad pagada dentro de la aplicación. ¿Alguien se imagina qué ocurriría si se anunciara que un “Picachu” estará en algunos de los Shopping o Discoteca, por ejemplo?

El único acuerdo comercial que se conoce es con McDonald´s, de Japón, cuyos 2.900 locales con los que cuenta serán “gimnasios” y “pokemaradas”, según informó la prensa española, provocando un aumento del 4,17% de la cotización de sus acciones en la Bolsa de Tokyo.  Pero el potencial comercial y tecnológico al que apuesta Nintendo es sencillamente infinito, porque aunque el aplicativo se descarga gratuitamente, el juego maneja un sistema por el cual al usuario se lo ofrecen agregados que tienen sus costos, que son necesarios a medida que avanza el juego y los “desafíos” son más complicados. En otras palabras, si quiere ser un cazador “exitoso”, prepárese a comprar “pokemonedas” vía tarjeta de crédito, o el dispositivo de muñeca que la empresa lanzará en setiembre próximo, cuya función será alertar sobre la cercanía de los “ingenuos” bichitos.

En la Argentina ya aparecieron los “Poketacheros” o “Poketaxistas”, buscavidas que se las ingenian para ofrecer sus servicios para los “adictos” desesperados por salir a la búsqueda de los animalitos, obteniendo muchos clientes principalmente entre los jóvenes. Pero más son “los de a pie”. Algunos reconocen que cuando tenían “algún tiempo libre en el trabajo” y les aparecía un Pokémon en la pantalla, salían  a su encuentro. Otros se ufanaban por haber cazado un montón. Y no faltan los que enfrentaron problemas disciplinarios en colegios, porque se retiraron antes del término de las clases para “cumplir con el deber”, como si los pobres argentinos ya no tuvieran suficiente con Marcelo Tinelli y sus toneladas de chatarra que les hace consumir.

Que Nintendo y los que adquieren la franquicia desarrollen un negocio fabuloso, aunque para el efecto recurran a técnicas no muy éticas, es absolutamente comprensible. Lo que resulta patético es que los adultos caigan en la “trampita” como vulgares pavotes y, peor que eso, sean incapaces de orientar a sus hijos para evitar que se idioticen, como antes lo hacían con playstation o Wii, con el agravante de que este nuevo “opio de los pueblos” tiene un alcance infinitamente superior.

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