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Graves señales

A esta altura y luego de varios años de escándalo, uno ya no se extraña de las actitudes que pueda tener Payo Cubas. De hecho, si alguien que defecó en el despacho de un juez y luego lo cintareó, lo más lógico es pensar que al llegar al Senado hará esas y otras cosas más terribles. Nadie cambia de actitud por cambiar de cargo.

Lo que resulta preocupante es que haya llegado al Senado justamente en el peor momento de la cámara, cuando se perdió el más mínimo atisbo de racionalidad, coherencia y sentido común. Cada vez que se inicia un nuevo mandato legislativo, la ciudadanía siente la esperanza de que sea mejor que el anterior, y que, por fin, los parlamentarios dejen de lado sus intereses personales y hagan lo que la Constitución les manda, legislar en beneficio de la gente.

Pero esta vez el nuevo Senado no dio la más mínima esperanza de que pudiera ser mejor que su antecesor; al contrario, nació chueco y malformado, incluyendo en el quórum a 2 personas que no tienen ningún derecho a estar allí, y dejando fuera a quienes sí tendrían que estar.

Y fue justamente en este Senado, maltrecho y deforme, al que arribó Payo, con su cinto, su desparpajo, su soberbia y su incontrolable violencia. Claro que nadie puede pararle, porque no hay ningún colega suyo que tenga la suficiente altura moral y fuerza de espíritu para ponerle freno, así como tampoco lo hubo para reparar el terrible daño que Fernando Lugo hizo al sistema republicano, al convocar a jurar a dos truchos.

Hace unas semanas, Enrique Bacchetta y Juan Darío Monges presentaron un proyecto que buscaba suspender a Cubas por 60 días, sin goce de sueldo. No pasó ni una semana de dicha presentación y los mismos proyectistas retiraron el documento. Seguramente pensaron que así lograrían pacificar las aguas, pero he aquí que, devolviendo el favor, el cuestionado senador presentó varios pedidos de informe sobre los bienes de Monges, y él no retiró nada. Si esto no prosperó fue porque la cámara lo impidió.

Este es el Senado endeble y postrado en el que Payo sentó sus reales y las señales que están dando él y sus colegas es peligrosa. Según Silvio Ovelar, la mesa directiva debía decidir, el lunes pasado, una sanción para él por el desastre que armó en la sesión del jueves último. Pero no fue así; se resolvió sancionar a quienes llegan tarde o no asisten a las sesiones. Y nadie dijo nada de Cubas.

Esta decisión es fantástica y nos pondría muy felices si fuera el resultado de los años que ha pasado la ciudadanía exigiendo el castigo a los raboneros, cuya única obligación para justificar un sueldo de más de 30 millones mensuales, es asistir a 4 sesiones al mes. Pero no tuvo nada que ver con esto. Se resolvió esta medida como respuesta al escándalo de Cubas.

Insistimos, esto es muy peligroso, porque da el mensaje a la ciudadanía de que, para conseguir resultado positivo para una lucha digna y honesta, es necesario quebrantar las leyes y poner en vilo a la gente. No sirven ni las marchas, ni las protestas pacíficas ni la indignación que busca mecanismos racionales para combatir a los sinvergüenzas.

Según la Cámara de Senadores, lo único que sirve en este país es actuar con violencia, como si tuviéramos carta blanca para tomar la ley en nuestras manos. Mal síntoma, mal ejemplo, de un poder del Estado demasiado paralizado en sus entuertos y componendas.

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