Inicio / La visión de ADN / Hacia un nuevo movimiento obrero

Hacia un nuevo movimiento obrero

Ayer recordábamos el día del maestro y hoy el de los trabajadores, en un ambiente muy distinto al de otros años, cuando las asambleas permanentes y/o el llamado a huelgas estaba a la orden del día. Y es que el gremio del magisterio viene de obtener no hace mucho el anhelado escalafón profesional, en tanto los segundos se hallan atomizados y dispersos, sin ánimos de seguir a una dirigencia sindical tan desacreditada como la política, carente de lineamientos serios para formular demandas razonables que permitan mejorar las condiciones de vida de los asalariados y, mucho menos, los mecanismos para obtenerlas.

En el gremio del magisterio comienza a abordarse, aun tímidamente, un debate por demás interesante, que trasciende lo netamente reivindicativo. Nos referimos al modelo educativo, a la calidad de la enseñanza que se imparte en las escuelas y colegios públicos, que dista mucho de las exigencias básicas que deben ser cubiertas para que los estudiantes salgan de ellos con los conocimientos necesarios para insertarse al mercado laboral y hacer frente a la vida.

Un tema de vital importancia que, como suele suceder al comenzar cualquier proceso, todavía se limita a descalificar todo lo referido a la reforma educativa, definiéndola como un rotundo fracaso, pero sin especificar las áreas en las que se constatan saldos negativos, ni plantear un modelo alternativo, lo cual choca con una respuesta no menos tradicional por parte de sus autores, que es la defensa de todo lo hecho, pero sin respaldarla con datos estadísticos.

Esto es muy común. Lo hacen con frecuencia quienes dicen ser fervientes defensores de la educación, para los que tenemos que mirarnos en el ejemplo de Finlandia y nos enrostran otros ejemplos del primer mundo, desconociendo nuestra realidad de país pobre, con exceso de pobres y, en consecuencia, de niños que acceden a los establecimientos educativos con la panza vacía, muchos de los cuales sobreviven en un entorno familiar altamente desfavorable; además de ignorar el muy bajo nivel de los educadores, que en el actual periodo de gobierno empezó a combatirse a través de becas de especialización en el exterior, entre otros mecanismos.

De todas formas, es un buen arranque, al no limitar un debate de fondo a la cuestión edilicia y al salario, que siendo factores  sumamente importantes, están muy lejos de ser “todo” el problema con el cual tropezamos en nuestro país en materia de educación.

En cuanto al movimiento obrero, a las Centrales que dicen representar a todos los trabajadores, el raquitismo es pavoroso. Ni juntas ni separadas son capaces de lograr el cumplimiento de las normas laborales más elementales, empezando por la jornada de 8 horas, la vigencia del sueldo mínimo y el pago obligatorio al IPS. Pero eso sí, “exigen” un incremento salarial del… ¡25%!

Sin perder de vista de que el movimiento sindical debe encarar acciones concretas para que todos los trabajadores realicen sus labores según lo estipula el Código del Trabajo, como piso, la política salarial desde luego debe ser objeto de debate. En este gobierno se obtuvo un logro muy importante, al establecerse como norma el ajuste automático del sueldo mínimo todos los años, según el índice inflacionario. Sin embargo, corresponde abordar cómo recuperar la pérdida de su poder adquisitivo registrada en, al menos, los últimos 10 años, abriendo una discusión sobre la política salarial en el país y acordando entre todos los actores un proceso para encaminarnos de manera gradual hacia ese objetivo.

La pregunta del millón es si con ésta dirigencia sería factible impulsar estas pocas tareas, vitales para el común de los trabajadores. Y la respuesta categórica es NO. El raquitismo sindical y las condiciones laborales del pueblo trabajador es responsabilidad exclusiva de esa burocracia corrupta, empotrada en los gremios hace décadas, que los usa para resolver sus problemas personales y, en algunos casos, para catapultarse a la arena política. Con esta casta privilegiada que ya ni tiene noción de lo que es el trabajo, no hay nada que hacer.

El 1° de mayo es parte fundamental de la tradición de la clase trabajadora, no solo por los sucesos acaecidos hace 132 años, en Chicago, sino porque sus banderas, en líneas generales, siguen vigentes. Y de esto deben tomar conciencia los asalariados de nuestro país, especialmente los activistas jóvenes, para poder proyectar algo que será fundamental para sus vidas y la de futuras generaciones: La refundación del movimiento obrero, sobre nuevas bases.

Commentarios

comentarios

Mira también

Nunca es tarde

Fue en una conversación casual entre amigos, en estos días calurosos de finde. Por supuesto …