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Heroísmo puro

Eran cerca de las 11, en la zona de Lambaré. Cualquier día de la semana. El hospital regional hervía de gente, como siempre. Pero esta vez en doble dirección, hervía también de un tremendo calorazo. Unos 40 grados a la sombra, el hacinamiento adentro hacia que todo fuera sofocante, pegajoso y con hedor acre, pero no había otra que aguantarse y esperar…esperar, hasta que te toque el turno, por supuesto, siempre disputado, que no hay más números, que hay que volver más tarde a la hora en que se los entrega, ver si se puede lograr alguno recuperado para que te atiendan y toda la parafernalia. Y siempre temprano en la mañana o en horas de la siesta, o a la noche.

Es cierto, finalmente y con paciencia infinita, te sacan del apuro aunque sea atendiéndote un médico, joven, cansado y sudoroso, en urgencias, logras un par de pastillas y a la casa, a esperar tiempos mejores.

El cuadro se repite con mayor o menor intensidad en todas las regiones sanitarias de país. Aumentó la población considerablemente, subió también el número de pobres, se disparó el costo de los servicios privados de salud, que también son malísimos y nada da abasto. La proporción de la gente que cada vez en mayor número requiere de la asistencia del Estado para paliar sus problemas de salud, es 100 a uno, o 1000 a uno, probablemente. Se subsana una carencia, pero ya se están creando otras más con la cantidad de gente que llega. Se descomponen equipos que no se arreglan rápido, se acumulan los pedidos y entonces podés tardar un par de mes para que te hagan una radiografía o una ecografía y ni qué decir exámenes tecnológicamente más complicados.

El Estado está absolutamente rebasado en esta materia. Y el seguro social, el nunca bien ponderado IPS que debería ser un gran paliativo al problema, también está atosigado por carencias de todo tipo. Por mala administración, por administraciones corruptas, o simplemente ineficientes, que no logran dimensionar el modo en que tienen que “agrandar” sus servicios si quieren dar abasto, ya que su “clientela” crece exponencialmente día a día.

Todo está literalmente al borde del desastre en salud pública. No se puede tapar el sol con las manos negándola. Y se debe decir que no es una falencia únicamente del actual gobierno. La situación se arrastra desde siempre, algunos hicieron más, otros menos, pero las dificultades nunca se fueron del todo.

Ahora nuevamente la crisis aflora por todas partes. Los médicos se rebelan, hacen denuncias públicas aunque corran el riesgo de perder sus cargos, es que no aguantan más la presión de los enfermos y las necesidades que les atan las manos.

El gobierno necesita plantearse con mayor urgencia este problema. No bastan las buenas intenciones. Hay que invertir. El personal casi heroico, está firme, falta dinero, para financiar obras e incorporar tecnología, asimismo para la compra de medicamentos, cuyo stock siempre está en déficit. Y el sistema paraguayo, hay que decirlo, es ya uno de los pocos en el mundo que provee también medicinas a los que lo solicitan.

Asimismo se debe estructurar una política de mutuas ventajas con los proveedores de medicamentos e insumos. Estos, hasta ahora, imponen su santa voluntad, a precios inflados, posiblemente por medios “artificiales”, léase coimas, lo que hace que los números suban hasta niveles inmanejables.

Hay que declarar en emergencia la salud. Se debe reformar todo. Menos el personal, médico sobre todo, que ha demostrado eficiencia, infinita paciencia y hasta heroísmo en ciertos casos, como quedó dicho.

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