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ASUNCIÓN.- La hipocresía de la solidaridad con el hermano pueblo de Venezuela, al que se le está dando la espalda. La lamentable situación de sus habitantes ha sido denunciada por la OEA (Organización de Estados Americanos), la Unión Europea, los Estados Unidos de América y hasta el propio Papa Francisco desde el Vaticano.
Sin embargo, los EE.UU. ha seguido comprando petróleo del régimen del presidente Nicolás Maduro, la OEA no ha hecho más que pronunciarse en discursos moderados sobre los acontecido en el país caribeño, en pocas palabras no han hecho otra cosa que seguir sosteniendo el presente régimen. Ahora también sus vecinos están endureciendo las medidas migratorias, con lo que convertirán a Venezuela en una gran cárcel para sus habitantes.
La crisis social, económica y política de Venezuela ha dejado de ser un problema exclusivo del país caribeño y ha devenido en un quebradero de cabeza para toda la región. Las principales potencias han presionado en vano en los últimos años para lograr una salida a la deriva autoritaria de Nicolás Maduro. El problema va ahora más allá. La migración, una riada que supera los 2,3 millones desde 2014, ha puesto en jaque a los gobiernos de América Latina, que ven cómo la llegada masiva de ciudadanos a sus países puede desbordar los sistemas locales y comienza a generar brotes xenófobos. Las potencias regionales tratan de lograr una respuesta coordinada a la crisis, que, dan por hecho, se acentuará tras las últimas medidas económicas de Nicolás Maduro.
Colombia es el termómetro en el que se miden todos los gobiernos. Desde que comenzó la crisis en el país vecino ha recibido ya a casi un millón de venezolanos. La mayoría ha entrado vía terrestre por los pasos oficiales, pero unos 45.000 han usado los caminos irregulares que se esconden en los más de 2.000 kilómetros de frontera conjunta.
Mientras tanto todos los países latinoamericanos hablan de la solidaridad con los hermanos del pueblo venezolano, pero ahora le están dando la espalda.
