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Hoy se celebra el “Día de la Raza”en honor a la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas en 1492. En la mayoría de los países hispanoamericanos, las fiestas del 12 de octubre reciben este nombre, ya que marca el nacimiento de una nueva identidad, producto del encuentro y fusión de los pueblos originarios del continente americano y los colonizadores españoles.
ASUNCIÓN.- El objetivo esencial en la época de los grandes descubrimientos geográficos, al final de la Baja Edad Media y los comienzos de la Edad Moderna, consistió en llegar a la India. Los pueblos peninsulares, España y Portugal, se colocaron resueltamente a la cabeza del movimiento, sintetizando, por un lado, los conocimientos de la cartografía de la Escuela Mallorquina, fruto de los esfuerzos del cartógrafo portugués Enrique de Avis y Lancaster,“El Navegante”. Por el otro lado, las exploraciones de portugueses, andaluces y castellanos por el Atlántico.
Los reyes católicos decidieron apoyar el proyecto de Cristóbal Colón, quien pedía a cambio el dinero (10 por ciento de todo lo que se encontrara en oro, plata y piedras preciosas), poder (Virrey y Gobernador de todas las tierras descubiertas); y ascenso social (título de Gran Almirante de Mar Océano).
La ambición de los conquistadores no encontró barreras infranqueables y en pocos años la inmensidad americana dejó de ser inquebrantable. En un poco menos de tres cuartos de siglo de los más de 70.000.000 de indígenas preexistentes sólo quedaron 3.500.000 personas. Primero, fueron derrotados por la desproporción de recursos, la sorpresa y la confusión.
Luego, fueron privados de su cultura y creencias, sometidos al trabajo esclavo y finalmente, diezmados por las enfermedades importadas por los europeos. La casi extinción de la población nativa generó otro genocidio, como lo fue el de propiciar el comercio de seres humanos, arrancando a millones de africanos de su tierra natal para traerlos a nuestro continente como mano de obra esclava.
La llegada europea a las costas americanas produjo un avance notable de la humanidad, pero el progreso no pudo ocultar la magnitud de la sangre derramada y el saqueo impulsado por las potencias europeas de la época.
