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Imaginemos cómo serían en el poder

En las últimas semanas aumentaron significativamente  los ataques a nuestro diario. Primero fue el propietario de ABC Color, Aldo Zuccolillo, quien, con ínfulas de emperador romano, ordenó a los distribuidores que no repartieran ni un solo ejemplar de ADN, bajo la amenaza de que si desobedecieran la disposición, nunca más trabajarían para su empresa. Y ahora el senador Mario Abdo Benítez, “Marito”, el cual, muy nervioso por cierto, se lanzó a descalificar nuestra publicación durante un programa de TV, definiéndola en forma ligera y despectiva como “un pasquín”, aunque sin brindar un solo argumento que avale su afirmación. Así, una vez más, el titiritero señala el “blanco” y sus títeres, en este caso el líder de “Colorado Añetete”, dispara sin titubeos, aun al costo de mostrar su hilacha bravucona e intolerante, como buen hijo de…su padre.

No sabemos a cuál de las acepciones de “pasquín” se refiere el senador para llamar así a ADN. No somos nada de lo que al respecto habla la Real Academia Española, ni un “escrito anónimo”, ni un “cartel en el que se anuncia algo”, ni una “hoja de papel con publicidad”, ni tampoco un “diario con artículos e ilustraciones de mala calidad y de carácter sensacionalista y calumnioso”, porque la impresión del diario es de elevada categoría, no nos abocamos a la farándula, no hacemos énfasis en crónicas policiales y, evidentemente, tampoco divulgamos informaciones mentirosas para desacreditar a alguien, pues de ser así nos lloverían las demandas.

Cualquiera sea el sentido que le dé al término, el objetivo de “Marito” no es otro más que desprestigiar a ADN, así como al diario La Nación, al cual también pretendió desacreditar por  tener supuestamente una escasa circulación, carecer de credibilidad y, en suma, todos los defectos y anti valores que puede reunir en sí mismo un periódico. Pero entonces surge una pregunta obligada: Si ADN es un “pasquín” y La Nación “nadie lee”, ¿Por qué el senador desperdicia un valioso tiempo en televisión para referirse a ambas publicaciones, en lugar de simplemente ignorarlas?

Ocurre que tanto el titiritero como el títere tienen demasiadas cosas en común, destacándose entre ellas la absoluta incapacidad de tolerar las críticas y, menos aún, el hecho de que se divulguen sus chanchullos. Zuccolillo se enfurece cuando publicamos las denuncias contra los negociados en los que le involucran y los delitos ambientales que comete, mientras “Marito” pierde los estribos al recordársele su condición de stronista y la herencia mal habida que disfruta, producto del escandaloso robo cometido por su padre en tiempos de la dictadura.

A decir verdad, ni el uno ni el otro nos sorprenden en lo más mínimo, salvo por la forma burda y grotesca de su proceder. Estos son los que se pasan el día hablando de democracia y libertades públicas, los que hacen una apología de la libertad de prensa, pero, apenas se les objeta algo, les salta la vena autoritaria y pasan a la política de proscribir y/o denigrar a todos los que se ubiquen en la vereda de enfrente, sean políticos o, como en este caso, medios de prensa.

Zuccolillo y “Marito” no están refrescando la memoria sobre aquella vieja “receta” del dictador, según la cual, “para los amigos todo, para los tibios la ley y para los enemigos… ¡guacha!”. Ahora desde la llanura. Imaginemos lo que serían en el poder…

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