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¿“Keiko” pasó con Fujimori?

La candidata de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, quien en la primera vuelta de las elecciones peruanas obtuvo casi el 40% de los votos, admitió ayer su derrota en la segunda vuelta de los comicios realizados el pasado domingo frente a Pedro Pablo Kuczynski, aspirante por el PPK y respaldado por la “Alianza por el gran cambio”. La diferencia fue de menos de 40.000 votos, 50.12% a 49.88%, poniendo de manifiesto la tremenda polarización que existe en el Perú entre “fujimoristas” y “anti fujimoristas”. Una antinomia que terminó beneficiando al ahora presidente electo, quien en primera ronda solo había alcanzado el 22% de los sufragios, pero que supo cosechar los temores al retroceso democrático y al retorno al autoritarismo, captando las adhesiones de un amplio abanico del espectro político. Una segunda lectura de dichas elecciones es que en ellas se confirma el claro giro a la derecha que se va consolidando como tendencia en Sudamérica, como se demostrara antes en Argentina, Venezuela y, con sus particularidades, en Brasil, que está acabando con la “época dorada”de la izquierda en América Latina.

Aunque desde hace ya cierto tiempo que en el Perú nadie considera de izquierda al presidente saliente, Ollanta Humala, como consecuencia de su política económica de corte liberal, en el 2011 había sido electo bajo ese ropaje, dada su amistad con Fidel Castro y Hugo Chávez. Eran otros tiempos, en los que la izquierda latinoamericana vivía aún momentos de éxitos y su victoria sobre Keiko, en aquel entonces, se consideró internacionalmente como parte de dicho fenómeno.

Hoy las cosas son muy distintas. La hija del exdictador Alfredo Fujimori, si bien perdió las elecciones presidenciales, aunque haya sido por un pelo, en la primera ronda se alzó con la resonante victoria de sus listas para el Congreso, ubicando a 68 de sus partidarios entre las 130 bancas en disputa. Es decir que tiene el control del Poder Legislativo. Pero además de esto, el PPK de Kuczynski, que no es de ultra derecha, pero sí de centro derecha, ocupa otras 20, con lo cual, el espectro conservador se asegura una abrumadora mayoría parlamentaria, frente a una centro izquierda e izquierda muy venidas a menos.

Las diferencias entre ambos contendientes son de índole político. Solo a modo de ejemplo, si ganaba Keiko, su padre hubiera recuperado prontamente la libertad, en tanto que el nuevo presidente ya declaró que no habrá indulto. Sin embargo, el terreno económico nada hace suponer que las cosas experimentarán variación alguna. Probablemente los indicadores macroeconómicos se mantengan relativamente estables, como de hecho ya estaban durante la gestión de Humala, pero sin tener como correlato alguna mejora en las condiciones de vida de los sectores más humildes de la población.

Kuczynski se enfrentará muy rápidamente a este problema, que fue el factor principal del desgaste de su antecesor, que deja el gobierno con un índice bajísimo de popularidad. Y también debe mirarse en el espejo de otros procesos, como el argentina, en donde el conservador Mauricio Macri, a solo seis meses de asumir la presidencia, ya tropieza con no pocas dificultades a consecuencia del creciente desempleo, la estampida de precios que devora los salarios y los recortes de los programas sociales.

En resumidas cuentas, tanto en Perú, como en Sudamérica, el giro político a la derecha es más que evidente. Pero si los gobernantes de este signo piensan que pueden reeditar “alegremente” las recetas ultra liberales de los 90, que representó un altísimo costo para los pueblos, el panorama de la región se tornaría altamente conflictivo e inestable.

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