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La atención del mundo hoy está en Colombia

El pueblo colombiano decide hoy el tipo de país en el que quiere vivir después de 50 años de terror y sangre. Si gana el Sí a la paz entre el gobierno y las FARC, empieza un nuevo tiempo, en donde habrá posibilidades de construir un futuro más promisorio para todos los ciudadanos; si, por el contrario, el No es mayoría, nada cambiará y la zozobra y el miedo continuarán siendo moneda corriente para todos.

El acuerdo que es puesto a consideración de la ciudadanía no es perfecto, pero es el mejor que se ha podido lograr en vista de las circunstancias y, de quedar hoy ratificado, terminará con esa guerra cruenta cuyo saldo son 300 mil muertos, 50 mil desaparecidos, 7 millones de desplazados y un listado interminable de violaciones y penurias personales.

Es por eso que resulta inentendible la actitud de quienes se oponen a este acuerdo con el argumento de que es una especie de rendición del gobierno, sin tener en cuenta que terminar con este largo conflicto es lo más importante para la misma supervivencia del pueblo colombiano.

Uno de los máximos opositores es el expresidente Álvaro Uribe, sospechoso e investigado por varios hechos de corrupción, en los que estarían incluidos sus colaboradores más cercanos. Justamente él, en cuyo mandato recrudeció la violencia de la guerrilla mientras el gobierno actuaba como si fuera ciego, sordo y mudo ante la realidad, es el que se atreve a criticar este acuerdo que conseguiría lo que ni Uribe ni sus predecesores pudieron conseguir, la paz; una paz constructiva y con un alto grado de dignidad, a pesar de sus detractores.

El acuerdo de paz ya fue firmado por el presidente Juan Manuel Santos y los representantes de las FARC, pero el jefe de Estado ha planteado el plebiscito para que la última palabra la tuviera el pueblo colombiano, de manera a dar garantía absoluta de legalidad y legitimidad al acto.

De las miles de víctimas de la violencia que han podido sobrevivir, algunos apuestan fuertemente al acuerdo de paz y votarán hoy por el Sí. Otros, sienten que con este acuerdo la guerrilla se sale con la suya y varios asesinos quedarían impunes, así que se inclinarán por el No.

Como hemos dicho más arriba, no es un acuerdo perfecto, como muy pocos lo son. Es cierto que el gobierno ha tenido que transigir en algunos puntos, a cambio de que su población pueda desprenderse del miedo con el que ha vivido el último medio siglo y pueda mirar al futuro con optimismo.

Nadie en su sano juicio podría cuestionar esto. El bienestar de miles de personas siempre es suficiente argumento para negociar y llegar a acuerdos, aunque por el camino haya que transigir algunas cuestiones que durante la guerra han sido fundamentales. Nadie consigue la paz sin hacer renunciamientos. Y esto es algo que debería haber aprendido Uribe, quien parece más alguien molesto por no haber sido el protagonista de este momento cumbre en la historia colombiana, que un analista serio y objetivo de los hechos.

Y tiene razón en estar molesto. Santos pasará a la historia por haber conseguido la paz a su atribulado país; si Uribe es recordado por las generaciones futuras, será por haber tenido uno de los gobiernos más corruptos de la historia colombiana.

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