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La bicameral y su techo de vidrio

Nadie que investigue la corrupción tendría que tener encima de él la más mínima sospecha de haber participado en hechos de corrupción. Esto es lógica elemental y lo entienden hasta los niños, porque resulta obvio que uno no puede presumir de lo que carece, en este caso, de honestidad.

Sabemos que la única condición que no se exige para que una persona acceda a una banca en alguna de las cámaras del Congreso es la honestidad; sin embargo, sí debiera ser un requisito ineludible en el caso de conformar una comisión bicameral que investigará la honestidad o falta de ella en otras personas y/o estamentos del Estado.

Algunos dirán que entonces no se podrían conformar comisiones, ya que no hay suficientes senadores y diputados que puedan presumir, sin ruborizarse, de no haber estado nunca involucrados en hechos de corrupción. Pero somos más optimistas, o positivos, o ingenuos, pero nosotros pensamos que sí, que hay una mayoría de senadores y diputados que no tienen cuentas pendientes de ninguna laya con la Justicia ni con la ciudadanía.

Toda esta introducción viene a cuento por el caso de la bicameral creada para investigar, oficialmente, el caso de Darío Messer pero que, en realidad, tiene como objetivo intentar de cualquier manera ligar a Horacio Cartes con negociados en los que podría haber estado involucrado su amigo brasileño.

Resulta que esta bicameral tiene 6 miembros, 3 de los cuales, es decir, el 50%, ha tenido denuncias por negociado, y los 3 por delitos horribles porque afectaron a niños de escasos recursos. Tanto el senador Rodolfo Friedmann como el diputado Éver Noguera, fueron acusados por negociar con la merienda escolar del Guairá; y la diputada Celeste Amarilla, por haber proveído leche de mala calidad en la merienda de los niños de Central.

Esta Celeste Amarilla es la misma que hace poco, en una sesión de la cámara, pidió a su colega Carlos Portillo que renuncie a su banca para apaciguar los reclamos ciudadanos, y le dijo que había veces que uno pierde, y que en esta ocasión a él le tocó perder. Pero resulta que la única diferencia entre ella y su correligionario es que Portillo fue desaforado e imputado por tráfico de influencias, y ella no, a pesar de la seriedad de las denuncias.

Según su visión, uno solamente es delincuente si la Fiscalía le imputa. De lo contrario, es inocente y puede presumir de serlo, dando cátedra de honestidad a pesar de las turbias denuncias en su contra.

Estos 3 personajes quieren encontrar pruebas que vinculen al ex presidente con los negociados de lavado de dinero y tráfico de drogas. Resulta que ellos son sospechosos de haber hecho dinero a costa del hambre de niños cuyos padres no tienen para darles de comer, por lo que el Estado debe suplantar la falencia. No hay un delito peor que enriquecerse a costa de los más débiles. Y no hay caradurez más grande que la de pretender erigirse en jueces de otros, cuando nuestro techo es de vidrio y puede estallar en cualquier momento.

Y conste que ni siquiera mencionamos que la mentada comisión es ilegal y todos sus actos son recurribles porque está integrada por un senador que no es senador sino que usurpa una banca ajena, porque eso ya ha quedado claro para todo el mundo. Aparte de ser trucho, Friedmann es un presunto delincuente, y en esas condiciones es totalmente absurdo que pretenda ser juez de nadie. Ni él ni los otros 2. Esto es mucho circo ya; es tiempo de empezar a recuperar la seriedad.

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