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La Casa Amarilla

Por años el gobierno ha estado ausente en el campo. Una verdadera vergüenza. Un descuido imperdonable. Caigüetismo y corrupción. Nadie se atrevía a visitarlos porque les pedían ayuda que no estaban dispuestos a dársela. Así pasaron gobiernos “notables”, por citar los últimos, como los de Nicanor Duarte Frutos, el inefable Fernando Lugo, y hasta el gran embaucador, Federico Franco, quien terminó de desarreglarlo todo.

En realidad, con ellos llegó a su punto extremo la desatención de los problemas de los labriegos. Ya directamente no les dieron pelota. El poco dinero que dispusieron para algún tipo de auxilio, se lo embolsillaron los corruptos ministros de Agricultura, varios de ellos procesados, porque tuvieron la gracia  de hacer “desaparecer” millones y millones de guaraníes que estaban destinados a darle algún paliativo a la gente que palidece al lado de su chacra vacía.

Y  luego se rasgan las vestiduras, estos bandidos, cuando se habla de las cifras de la pobreza extrema. Los legisladores de la izquierda sobre todo, quienes se escandalizan porque “El Paraguay es capaz de producir alimentos para 60 millones de personas en el mundo, pero es incapaz de atender la seguridad alimentaria de 6 millones de paraguayos”. ¡¡¡Y qué hicieron ellos cuando detentaron el poder¡¡¡

En un régimen de mano dura ya estarían hace tiempo con sus huesos en la cárcel y no despotricando y conspirando desde el Parlamento Nacional.

Ahora el gobierno está poniendo en orden las cosas. La indicación es mirar hacia los problemas del campo con toda seriedad. Que se movilice todo el mundo. Ayuda a los pobres, pero no recitado, sino con acciones concretas y empeñando todos los fondos disponibles en la ayuda social.

Y quienes se desvíen de estos postulados tienen la amenaza personal del presidente Cartes, de destituirlos, procesarlos y  enviarlos a calentar las sillas en otro lado, menos donde deben servir a sus semejantes.

El gobierno está decidido a proteger a la gente pobre. Y no  puede haber nada más auspicioso que eso.

Recientemente se conformó el equipo de la “Casa Amarilla” de Mburuvichá Róga.  Autoridades, con poder de decisión, se van a reunir semanalmente o quincenalmente con los dirigentes campesinos genuinos, también con los politiqueros, para revisar los problemas que tienen. Hace poco casi fracasa el cultivo de la yerba mate como rubro de renta, porque el contrabando arreció y no había precio para el producto. Intervinieron las autoridades y se subsanó a media el inconveniente. En otros casos, la pérdida hubiera sido total. Y ¿a quién iría a llorarle  esa pobre gente que depositó sus esperanzas de un mísero dinero en ese rubro? Por fin alguien los escucha. Por fin alguien se ocupa de sus problemas.

Es menester que este trabajo en la “Casa Amarilla” se fortalezca, se amplíe, se extienda más lejos, que sea un cobertor para la gente del campo.

A ver si de una vez por todas, este país se convierte en el vergel que merece ser y no el caldo de cultivo de aventuras mesiánicas de sinvergüenzas que no terminan de irse.

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