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La inmunda lacra de la corrupción

La corrupción es uno de los peores flagelos que sometió a lo largo de décadas a nuestra América Latina, generando a su paso un ejército de pobres y una élite que amasó gigantescas fortunas merced a los negocios ilícitos. Ahora, ¡por fin!, la Justicia está golpeando las puertas de estos “delincuentes de cuello blanco”,  abarcando desde encumbrados políticos, pasando por altos funcionarios, hasta empresarios muy poderosos, quienes eran considerados como “respetables señores” del más elevado estatus social. Empezó en Brasil, con el sonado caso “Lava Jato”, y todo parece indicar que la Argentina se encamina en la misma dirección. A estos se suman las filtraciones de  numerosas cuentas “offshore”,  que amenazan con arrastrar al fango a otra parte de ese grupo selecto que oculta su dinero en los paraísos fiscales.  La pregunta que todos nos hacemos es: ¿Y en el Paraguay, cuándo pondremos en el banquillo a “nuestros” propios bandidos?

Nadie hubiera imaginado que la Justicia brasilera pondría tras las rejas a Eike Batista, quien, según el listado de la revista Forbes, en el 2012 era el séptimo hombre más rico del mundo, con una fortuna estimada de US$ 35.000 millones.  O a Marcelo Odebrecht, CEO de la mayor constructora de Latinoamérica; José Dirceu, uno de los hombres más influyentes del gobierno de “Lula”; Eduardo Cunha, expresidente de la Cámara de Diputados y principal verdugo de Dilma Rousseff, así como muchos otros, que deberán purgar largas condenas, a lo que también se expone el presidente de dicho país, Michel Temer, cuando abandone el Palacio de Planalto.

Y menos hubiésemos pensado que en la Argentina pudiera ser encarcelado el exministro de planificación de la era kirchnerista, Julio De Vido, quien sería una pieza clave en toda la trama de la corrupción pública y privada de la que forman parte importantes personajes, o Amado Bodou, ex vicepresidente de Cristina.

En el Brasil, la “caja de Pandora” está de par en par abierta,  tal vez mucho más de lo que hubieran querido sus promotores, en tanto que en la Argentina puede suceder lo mismo, afectando no solo a  funcionarios del kirchnerismo, sino también a varios del actual gobierno, al igual que a empresarios de peso, quienes hicieron grandes negocios con Néstor primero, después con Cristina y ahora con Mauricio.

Ahora saltan nuevas filtraciones de las cuentas “offshore” en los paraísos fiscales, con los llamados “paradise papers”, que se suman a los “panamá papers”, que si bien no constituyen actos ilícitos, en principio, sí podrían tipificarse como tales en el caso de que, a través de ellas, los titulares evadieran así impuestos en sus respectivos países o incurrieran en actos de “lavado de dinero”.

Nuestro país, debemos admitirlo, está más que rezagado con relación a este proceso. Si bien existen claros avances en materia de transparencia en la gestión pública, lo cual es reconocido por organismos internacionales, los vientos anticorrupción acá todavía no soplan con suficiente fuerza como para sentar a los bandidos en el banquillo de los acusados. Y una de las explicaciones, tal vez la de mayor relevancia, la encontremos en la Justicia, corrompida de pies a cabeza, la cual no es capaz de castigar siquiera a jueces y fiscales que son descubiertos con “las manos en la masa”.

En Paraguay hubo un terrible latrocinio durante la dictadura, que se “recreó” luego a lo largo de la etapa democrática, aunque con otras características.  Sin embargo, los ladrones de antes y de ahora, así como sus herederos, todavía son impunes y hasta gozan de elevado estatus en la sociedad.

Pero es solo cuestión de tiempo para que tengamos nuestro propio “Lava Jato”. Los vientos contra la corrupción seguirán soplando y la presión social hará lo suyo para librarnos de esa lacra inmunda que tanto daño ya nos hizo.

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