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La lección de los “Chalecos Amarillos”

La rebelión de los “Chalecos Amarillos” en Francia debería ser una señal de alarma para los gobernantes de todo el planeta y especialmente para los nuestros, aquí en esta castigada Latinoamérica.

París esta ardiendo porque el gobierno de Macrón osó tocar impunemente los bolsillos de la clase media francesa y ni qué decir de los sectores populares, con un aumento significativo del costo de vida, todo más caro, y especialmente los precios de los combustibles, que fue la gota que colmó el vaso e hizo que todo el mundo saliera a las calles, como impulsado por un resorte.

El infatuado presidente francés primero se hizo “el oso” y justificó los ajustes, indicando que eran necesarios para la revitalización económica del país y toda la parafernalia de explicaciones que siempre sigue a este tipo de medidas impopulares.

Luego de casi un mes de revuelta callejera, ahora el hombre tuvo que agachar la cabeza y anunciar que reculaba en su pretensión de aumentar los precios de los derivados del petróleo, buscando calmar las aguas

Pero no contó, con que la chispa había iniciado un incendio mucho más grande y la población ya no está dispuesta a parar en sus reclamos. Siguen las manifestaciones cada vez más violentas, los “Champs Elisées”, están cerrados al tránsito mientras miles de policías tratan de amedrentar con gases lacrimógenos y bastones eléctricos a la gente que sigue en la calle. El Arco del Triunfo está lleno de graffitis y toda la zona parece un suburbio del Bronx, en los Estados Unidos. Suciedad, basuras, restos de gomas incendiadas y todo lo demás. Y nada menos que en la culta Europa y ¡tan luego en París!

A esta altura de los acontecimientos, nadie sabe dónde se va a detener la marcha de los “Chalecos Amarillos”, un movimiento surgido de las entrañas del pueblo que no tiene líderes visibles ni ideología alguna.

Debería servir de ejemplo, decíamos. En el ejercicio del poder se pueden cometer muchas trapisondas y la gente incluso las tomará en solfa. Pero no se debe jugar con la economía. Es la clave de los buenos gobiernos de hoy en día. Nadie está dispuesto a  soportar, aquí o en Francia, una pauperización de su forma de vivir, por la inutilidad o por la corrupción de sus gobernantes. Se van todos por la puerta del fondo y  suben líderes al estilo Bolsonaro o si queremos un ejemplar local, como el desgreñado Kelembú que quiere ser intendente de CDE….y podría lograrlo.

Lamentablemente el gobierno de Abdo ya en sus primeros pasos manejo mal este tema. Entregó las binacionales como botines políticos, sabiendo que son la única fuente donde ir a llorar para enjugar gastos sociales y lo más grave, lo que está quitándole sus sueños de poder a Macrón, entregó Petropar a las distribuidoras de combustibles, para pagar favores de la campaña política que lo encumbró en el poder. ¿Qué fue lo primero que hizo su protegida, Patricia Samudio? ¡Alzar los precios de los combustibles! aprovechando un pequeño vaivén en los costos del crudo. Ahora bajó todo de vuelta, pero ella silba y mira para otro lado…

Se juega con el bolsillo del pueblo. El costo de vida empieza a subir, el consumo se deprime según lo denuncian los mismos supermercados, etc.  La herencia recibida se está dilapidando a pasos acelerados.

Hay que cortar esto. Poner de vuelta las cosas en su lugar, porque ¡quien lo dice!, aunque estemos en Paraguay, si las angustias populares siguen subiendo de tono, la gente podría también perder su infinita paciencia…y no se debería esperar a que “arda Asunción”, para reencaminar las cosas.

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