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La lógica del conflicto

José Rojas.
José Rojas.

Las organizaciones sociales; campesinas, en su papel de fortalecedores de los objetivos del sector, se ven debilitadas por organizaciones políticas afines que subyacen y copan los niveles de decisión y utilizan situaciones, como el caso Curuguaty para establecer un estado de confusión primero; y de violencia después.

Estos políticos y sus posibles conexiones con el paramilitarismo, la guerrilla (si la hubiere) todos estrategas de la lógica del conflicto ven a los campesinos como eslabón sensible, elementos que pueden fortalecen acciones políticas y hasta de enfrentamiento con el objetivo final de instalar un estado de caos y desestabilizar al poder constituido. Enervar a las masas es un camino para hacerse del poder cuando se comprende que por otros medios –las urnas por ejemplo- saben que no llegan.

El conflicto llevado a extremos podría amenazar al sistema y desactivar las fuerzas políticas democráticas, los partidos reconocidos.

El gremio empresarial ve al caso Curuguaty como caldo de cultivo donde se cuecen actitudes que están a punto de estallar si es que el Estado, en este caso la Justicia no resuelve cuanto antes y ejecute de inmediato sus sentencias.

Los dirigentes sociales devenidos en dirigentes políticos y agentes portadores de mensajes violentos ven a las organizaciones de campesinos debilitados e incluso rotos y aprovechan para intentar alimentarlos y potenciarles con mensajes de violencia. De ahí a convertirlos en grupos armados hay un solo paso.

El mensaje de los empresarios agremiados quizás apunte al Frente Guasu, de Fernando Lugo. De ser así, el espectro debería ampliarse, pues en los montes están otras fuerzas, agazapadas, amenazantes, esperando que llegue el mensaje, el gesto que los habilite a abrir fuego.

También está la posibilidad de la exageración de los empresarios y solo levantan polvareda para proteger sus intereses. Sin embargo, no dejan de tener razón cuando critican los movimientos de los dirigentes campesinos y sus abogados que azuzan a las masas y promueven el desacato a las determinaciones judiciales.

Las posibles consecuencias tergiversadas generadas a partir de las sentencias del caso Curuguaty pretenden instalar el punto de partida: la lucha de clases; botón rojo que al activarlo con criterios violentos pondrá a prueba a las fuerzas reconocidas por la Constitución Nacional y las leyes y que deben ser respaldadas con todo el imperio de la Ley aplicada y con energía por la Justicia.

Apuntando desde otro rincón. Los que están siendo apuntados como dirigentes sociales metidos a políticos buscando levantar a las masas, podrían ser meros delincuentes.

Existen ejemplos cercanos. El origen del EPP fue una banda asaltabancos desarticulada por la Policía y cuyo objetivo fue llevarse dinero de los productores guardados en el Banco Nacional de Fomento, en Choré.

Detuvieron, entonces a Carmen Villalba, Alcides Omar Oviedo Brítez, Gustavo Lezcano, Lucio Silva y Pedro Maciel Cardozo y un día antes a Gilberto Setrini, el topo del grupo. Estas detenciones daban inicio a los “luchadores armados por la Justicia social del campesino”. Simples delincuentes que hoy industrializan el secuestro y actúan de guardias de seguridad de los narcos, en el norte y cada tanto emiten proclamas para seguir con el teatro.

Lo que no debe pasar desapercibo es la ‘coincidencia’ que apunta a Fernando Lugo, líder del Frente Guasu como principal referente de todas estas movidas.

El momento político también se presta. Comienza a cobrar fuerza el debate de la posible reforma o enmienda de la Constitución. Tres dirigentes políticos están comprendidos en las prohibiciones; Lugo, Horacio Cartes y Nicanor Duarte Frutos y dependiendo de hacia dónde soplen los vientos de las movilizaciones ciudadanas y campesina empujará a tal o cual proyecto político.

Hoy los comandantes de la lógica del conflicto buscan instalar una confusión de la que emerja, probablemente el exobispo, como ‘el salvador del pueblo contra el opresor’.

Intentarlo a través de las urnas no resulta; pero tampoco resultarán los hechos de violencia, sea verbal y menos física; ya no es tiempo.

(*) Periodista de ADN en Asunción

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