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La ministra y su “Bronquito”

“Yo propongo que eliminemos el salario mínimo y que el pago sea en base al desempeño y aptitudes del empleado”. Esta fue una de las propuestas electorales en la que más enfatizó Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”,  uno de los candidatos a la presidencia de México, quien para felicidad de los trabajadores no figuró ni a los premios. En el Paraguay nadie se había atrevido a tanto en materia de proposiciones antiobreras, hasta que la ministra de Trabajo Carla Bacigalupo nombró ayer como Director General de Planificación de dicha cartera al novio de su hija, Darío Muñoz, quien, sorprendentemente, resultó ser un “discípulo” del “rústico” político mexicano e igual de irrespetuoso a una conquista obrera que en el mundo data del siglo XIX y que en nuestro país tienen décadas de vigencia.

De acuerdo a lo manifestado por la ministra, el novio de su hija o ex novio, según después aclaró, “es un muchacho brillante”. Desconocemos cuáles son los fundamentos de su afirmación, pero con posiciones como la señalada demuestra ser un perfecto ignorante no solo de  derechos laborales adquiridos por los trabajadores hace muchísimo tiempo, sino también de nuestra Constitución, con el agravante de no haber sido designado como capataz de una estancia enclavada en la época del mensú, sino de la repartición que, en teoría, debería velar por los intereses de los asalariados.

“El muchacho”, como se refirió a él la secretaria de Estado, debería darle una mirada no digamos ya a la legislación laboral, su evolución a lo largo de la historia, etcétera, que por cierto tendría que manejar, considerando las funciones que le encomendaron, sino a Wikipedia, aunque más no sea. Ahí podrá enterarse, si bien de manera superficial, cuál es el  sentido del sueldo mínimo; una garantía establecida para que obreros y empleados de todas las ramas de la economía tengan ingresos básicos que le permitan vivir en condiciones relativamente dignas.

En los años 90, la arremetida neoliberal tuvo al salario mínimo como uno de sus blancos, junto con la seguridad social y otras conquistas de los trabajadores. A esto se llamó entonces “flexibilización laboral”, que en nuestro país fue impulsada por Juan Carlos Wasmosy y respaldada por los sectores más gorilezcos del empresariado. Era la época de la supuesta “muerte” de las ideologías y del “fin de la historia”. Pero ni las ideologías murieron, ni la historia llegó a término, en el sentido de la implantación eterna del modelo ultraliberal surgido del “Consenso de Washington”, que precisamente condenaba a los asalariados casi a la barbarie. Y prueba de ello es que dicho modelo nadie, con una pizca de seriedad y otra de sangre en las venas,  puede defenderlo, máxime en la fase decadente en la que se encuentra.

Pero volvamos a Wikipedia, para que la ministra y su “joven maravilla” nos entiendan. El salario mínimo, por definición, debe permitirle al trabajador cubrir la canasta básica de alimentos, el acceso a la vivienda, transporte, útiles escolares, vestimenta, entre otros. Ese es el “trabajo” del Ministerio del Trabajo. Que se respete, no que se elimine, y que mejore con el tiempo, para impulsar hacia arriba el nivel de vida de las familias obreras. Y decimos que por lo menos recurran a esa fuente para enterarse que donde no existe, las condiciones del trabajador son directamente esclavistas, como en diversos países del continente africano.

El (des) enfoque de la ministra y su “brillante muchacho” en esta materia es, pues, alarmante, teniendo en cuenta que una de las metas de dicha cartera debería ser la generalización del pago del sueldo mínimo, como parte de un proceso más amplio de formalización laboral.

Pero por lo visto nada de esto hay que esperar por parte del Ejecutivo. Al menos no con la Bacigalupo y su “Bronquito”.

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