Inicio / La visión de ADN / La mujer del César

La mujer del César

Es increíble que nuestros políticos, esos que quieren seguir ocupando cargos electivos, no perciban que los tiempos han cambiado, que la ciudadanía está harta de los abusos y que este es un momento en el que hay que demostrar una postura diferente a la de antes, cuando ganar votos era cuestión de prepotencia y prebendarismo.

Si alguno de los liberales que quieren ocupar bancas en el Congreso o cargos departamentales pudiera captar este tipo de cosas, otra hubiera sido su reacción ante el hecho protagonizado por un concejal de su partido, cuya esposa dirigió el asalto a un vehículo de la SEN que llevaba víveres a pequeños productores de Canindeyú, víctimas de las heladas.

Catalino Acosta, el concejal de marras, justificó la acción encabezada por su esposa asegurando que “el pueblo decidió” que esos víveres se quedaran en el distrito de Maracaná, donde había necesidades, y no fueran recibidos por sus destinatarios originales. No sabemos si hubo una desatención en la Secretaría de Emergencia, que no tuvo en cuenta las necesidades de la gente de la zona, pero lo que sí nos queda claro es que en otro lugar del departamento había personas tanto o más necesitadas que “el pueblo” de Acosta, y que no recibieron lo que les pertenecía porque se lo robaron unas huestes encabezadas por esta señora, por, vaya uno a saber, algún oscuro motivo.

Todo esto podría hasta ser anecdótico, ya que casi nadie en Asunción oyó alguna vez hablar del distrito de Maracaná, y mucho menos del concejal Acosta. Pero lo que no tiene nada de anecdótico y sí constituye algo grave es que ninguno de los dirigentes liberales que están en plena campaña proselitista haya pensado siquiera que el hecho era preocupante y que había que deslindar responsabilidades, como mínimo.

Porque eso es exactamente lo que ocurrió cuando, desde ADN, intentamos hablar con ellos sobre la clara violación legal cometida por la turba que robó víveres que no le pertenecían, al frente de la cual estaba la consorte de una “autoridad” liberal. La reacción fue similar en todos los casos: estoy en plena campaña proselitista, no tengo tiempo para ocuparme de estas cosas, no me afecta porque no ocurrió en mi departamento, no es algo que tenga mayor importancia.

La violación a una norma vigente siempre debería ser algo importante para un político que busca votos en un electorado que ya ni es tonto ni se deja engañar fácilmente. Ni siquiera estamos hablando de ética, ni pretendemos que todos los que aspiran a un cargo electivo sean poco menos que santos. Pero lo mínimo que podrían hacer es aparentarlo, ser como la mujer del césar y mostrar que son esa opción diferente de la que tanto presumen.

Y el argumento de que el hecho no ocurrió en sus respectivos departamentos es uno de los más absurdos que escuchamos, porque pretender que la honestidad o la deshonestidad son cuestiones regionales, que atacan por zona, es intentar tomar del pelo a la ciudadanía, que es la que decidirá si estos que quieren llegar –o continuar- en el poder son dignos de tal privilegio. Por de pronto, los liberales han desperdiciado una espectacular oportunidad de desmarcarse de un hecho que pudiera parecer insignificante, pero puede terminar por salpicar a todos.

Commentarios

comentarios

Mira también

Nunca es tarde

Fue en una conversación casual entre amigos, en estos días calurosos de finde. Por supuesto …